martes, 28 de octubre de 2008

FALSO POSITIVO ERA SU PROPIO HERMANO

“Mi hermano fue un falso positivo”


Sábado 25 Octubre 2008


“Buscaban personas que no fueran de la región para que no reclamaran”

"Todo pasó el 30 de abril del año pasado. Yo estaba como soldado contraguerrilla en el Batallón de Infantería N.31 que opera en Córdoba. Mi compañía llevaba más de 15 días sin hacer mucho en un pueblito caluroso que se llama San Juan. No había operaciones ni patrullajes. Los soldados estábamos simplemente ahí, sin hacer nada. Pero el Día de la madre estaba cerca y los altos mandos empezaron a preocuparse porque no teníamos resultado para mostrar, ni méritos para que nos dieran los días y poder salir a visitar a las familias. Entonces se empezó a hablar de "legalizar" a alguien. Es decir, de matar a una persona para hacerla pasar por guerrillero y así ganarse el permiso para salir. No me sorprendió del todo, pues las 'legalizaciones' son un asunto cotidiano.

"Una noche, mientras yo hablaba con mi familia por teléfono, llegó mi cabo Jonathan Pineda y me dijo: "Guajiro, váyase para el cambuche que ya tenemos el 'man' al que le vamos a hacer la vuelta". Yo le pregunté que quién era, pero me mandó a callar y me advirtió que mi capitán Jairo Mauricio García había dado la orden de que no le habláramos para que no se diera cuenta de que lo iban a matar. Le pregunté: "¿De dónde es el 'man'?" y me dijo que de La Guajira. Siempre buscaban personas que fueran extrañas a la región para que ningún familiar los reclamara. De todas maneras yo tenía mucha curiosidad porque también soy de La Guajira. Entonces me salí del cambuche, prendí un cigarro y escuché que el hombre me pidió otro. No le alcancé a ver el rostro porque no había luz ni luna. Estaba lloviznando. Le regalé el cigarro y nos pusimos a charlar. Al poco tiempo me di cuenta de que era mi hermano, Leonardo Montes.

"Mi hermano se había ido de Maicao hacía mucho tiempo, cuando yo apenas era un pelao de 9 años. Por eso no lo reconocí. Pero cuando me dijo el nombre de mi papá, lo comprobé. Era mi hermano y era también al que habían elegido al azar para matarlo. No lo podía creer. Entonces me destapé. Le dije que yo era el 'niño', Luis Esteban, su hermano. Nos abrazamos y en medio de la emoción le advertí que lo iban a matar para hacerlo pasar por guerrillero. Le dije que se fuera, pero él no me creyó. Él se había hecho muy amigo de dos soldados de mi compañía que lo invitaron hasta el cambuche. Leonardo estaba seguro de que no le iban a hacer nada. Estaba engañado.

"Después de 20 minutos conversando con él afuera, me mandaron a llamar. Entonces me fui directo donde mi cabo Pineda y le dije: "Ustedes no pueden matar a ese hombre porque él es mi hermano". El cabo no me creyó y me dijo que mejor hablara con el capitán García, quien tampoco me creyó. Lo único que hizo fue insultarme. Le insistí. Le dije que le preguntara por el nombre de mi papá, de mis hermanos, de la familia, de la calle en Maicao donde habíamos nacido.

"A partir de ese momento todo fue un enredo. El capitán y yo discutimos varias horas y mi hermano lo escuchó todo. Al final, les dije que ya no me importaba si me creían o no, que ese hombre que iban a matar era mi hermano y primero tenían que matarme a mí. "Por qué no trae a un hermano suyo, capitán, o a su papá y así puede irse contento el Día de la madre. Pero con mi hermano no se pueden meter", le dije. Todos estaban muy alterados. No podían creer que la única persona que lograron conseguir para asesinar resultara ser el hermano de un soldado de su propio pelotón. El plan que tenían de buscar a alguien que no fuera de la zona, a alguien que no tuviera dolientes en el pueblo y que su muerte pasara inadvertida, se les había ido a la basura.

"Después de un rato, el Capitán me dijo: "A mí no me duele la mano pa matar a ese hijueputa". Tampoco era difícil encontrar quién lo hiciera porque cada compañía tiene sus dos o tres sicarios, que son siempre los que hacen esas vueltas y se ganan su millón de pesos.

"En un momento de descuido aproveché para decirle a mi hermano que se fuera corriendo, que saltara por unos alambres, que pasara la quebrada y se fuera para la casa porque lo iban a matar. Él decía que no se iba porque ahí sí era más fácil que lo asesinaran. Logramos salir un poco del cambuche, conseguimos una mototaxi y él se fue para el pueblo. Yo me quedé pero, obviamente, esa noche no pude dormir.

"Al otro día me di cuenta de que todo había cambiado para mí. Mis compañeros me odiaban. Entonces le pedí a un coronel que me trasladara porque yo no era capaz de patrullar con la misma gente. Además estaba muy débil, pues me había atacado con fuerza el paludismo. Ese mismo día me mandaron para una compañía diferente en Puerto Libertador, un pueblo cercano a San Juan. Allá me sentí más tranquilo. Al menos no tenía miedo de que me mataran. La idea de denunciar a mis compañeros se me pasó por la cabeza, pero finalmente no lo hice en ese momento. Ya había liberado a mi hermano, que era lo más importante, y quería evitarme problemas con mis superiores.

"Como al tercer día de estar en Puerto Libertador escuché que la compañía donde yo estaba antes había "dado una baja". Me entró la duda por mi hermano y le pregunté a un soldado si sabía quién era el muerto. Él me contestó que no, pero que un carro lo estaba recogiendo para llevarlo al cementerio.

"De inmediato me fui para donde una tía que vive en Puerto Libertador y le conté todo. Le pedí que me acompañara al cementerio. Cuando íbamos caminando hacia allá, pasó el carro con el muerto pero tenía la carpa abajo y no pudimos verle la cara. Cuando llegamos al lugar, el muerto ya estaba en el piso envuelto en un plástico blanco. Yo me tiré sobre él, rompí la bolsa y me di cuenta de que era mi hermano, Leonardo. El hueco ya estaba listo y dos soldados lo agarraron de los pies y de las manos y lo tiraron así, sin ataúd ni nada. Supuestamente, le encontraron una granada y un arma en las manos. Pero ya hay un testigo en el pueblo que dice que él le vendió esa pistola al Ejército y yo me acuerdo cómo, días antes al 30 de abril, dos soldados de mi pelotón la estaban limpiando con orina para borrarle las huellas.

"Después de ver todo esto llamé a mi familia en Maicao. Les conté todo y ellos vinieron por él hasta Córdoba para darle cristiana sepultura. Fue entonces cuando decidí demandar al Estado. Pero el mundo se me vino encima. Estoy en permanente estado de alerta porque pienso que me puede pasar algo. Me da miedo comer lo que me dan en el Ejército y aunque ya completé tres años en la institución y hoy estoy en el Batallón Juan del Corral, en Rionegro, Antioquia, la única función que puedo cumplir es recoger la basura de todos. No puedo ir a zonas de combate porque tengo medidas especiales de protección. Además, muchos me tienen la mala porque saben de la demanda y de mi historia. Yo espero que todo esto pase muy rápido. El caso lo tiene una fiscal de derechos humanos, quien está investigando a los siete militares implicados en mi caso. El día que se haga justicia veré qué otro rumbo le doy a mi futuro. Lo que pasó con mi hermano me cambió completamente la vida y creo que ya merezco un poco de tranquilidad".



http://semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=117023

LAS CONFESIONES DE HASBÚN

Las confesiones de Hasbún




Proceso de Paz
El empresario que se convirtió en jefe paramilitar de Urabá le contó a la Fiscalía reveladores secretos de ese capítulo macabro de la historia de la región bananera.

El día que Raúl Hasbún llegó a la oficina de Pedro Juan Moreno, secretario de Gobierno del entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe, se llevó una gran sorpresa. El empresario bananero le planteó a Moreno el interés que tenían varios de los propietarios de fincas de Urabá en montar una cooperativa de vigilancia, Convivir. Pero Moreno le dijo que no montara una, sino una docena. En pocos meses, Urabá tenía 12 de estas organizaciones donde se agrupaban 150 personas, 800 radios, carros y armas.

Si bien para ese entonces -mediados de los 90-, las Convivir tenían el visto bueno del gobierno nacional, el problema es que Hasbún no sólo era dueño de plantaciones de banano y de extensas ganaderías, sino que se había convertido desde hacía tiempo en el comandante 'Pedro Ponte', de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá.

En su versión libre (iniciada en julio) no ha titubeado al confesar que él mismo dio la orden de asesinar a todas las personas "que olieran a guerrilla". Sin parpadear, confesó la masacre cometida en San José de Apartadó en 1998. Dijo que ordenó la matanza porque este corregimiento era muy alejado, y la logística para desplazarse hasta allí, tan difícil, que no se justificaba hacer la incursión para matar a una o dos personas. Entonces, para optimizar el viaje, mataron el mayor número posible de supuestos colaboradores de las Farc.

¿Cómo pasó este hombre dueño de 4.000 hectáreas de las mejores tierras a convertirse en un criminal? Según su relato, en una ocasión intentó vender una finca, pero nadie quiso comprársela porque en Urabá había mucha guerrilla. Decepcionado porque su riqueza estaba perdiendo valor, y porque estaba siendo extorsionado, buscó un contaco para conocer a Fidel Castaño, que ya tenía un grupo de paramilitares en Urabá, y ofrecerle su apoyo. Poco después lo invitaron a una finca donde conoció a Carlos y a Vicente Castaño. Desde ese momento se convirtió en colaborador de las autodefensas. Poco después, en 1996, le hicieron entrega de un grupo de 40 hombres armados que quedaron bajo sus órdenes.

Sin perder su fachada de empresario de alto turmequé, se había convertido en un jefe paramilitar, sanguinario y ambicioso como pocos, guiado siempre por Vicente Castaño. Y para ello utilizaba la información que salía de las Convivir. Hasbún dice que las 12 Convivir que se conformaron en Urabá trabajaban en red, y la información le llegaba a él directamente, como jefe paramilitar, al tiempo que lo mismo pasaba con los militares y la Policía. Generalmente quienes hacían las operaciones eran los paramilitares porque tenían mejores recursos. "En una ocasión las Convivir dieron la ubicación exacta de unos guerrilleros. Cuando el Ejército fue a reaccionar, los dos camiones que tenían estaban sin gasolina y otro sin batería. Y cuando por fin iban a salir, resulta que no tenían radios. Finalmente no se hizo la operación", cuenta. La Convivir de Urabá les pagaba la gasolina al Ejército, a la Policía y al DAS, les prestaba los carros y hasta los radios de comunicación, según Hasbún. Y cuando los organismos de inteligencia no podían judicializar a alguien, esa información la recibían los paramilitares, que de inmediato lo asesinaban.

Eso era posible gracias a que el sistema que habían montado los paramilitares hizo millonarias a las Convivir. "Entraba un platal enorme. Millones y millones de pesos", dice. Y es que Hasbún cumplió al pie de la letra la orden que le dio Vicente Castaño: que garantizara que cada persona de Urabá le diera dinero bien fuera a las Convivir, o a las autodefensas. El propio Carlos Castaño hizo varias reuniones con empresarios bananeros y directivos de empresas exportadoras, en las que se acordó el pago de tres centavos de dólar por caja de banano exportada, dinero que era recaudado por la Convivir Papagayo, administrada por Arnulfo Peñuela, hoy detenido. El pago continuó hasta 2003, en casos como el de Chiquita Brands, empresa que reconoció haber financiado por esta vía a las autodefensas. Aunque Hasbún lo niega, otros jefes paramilitares aseguran que un centavo de los tres que se recaudaban iba para las autodefensas.

Hasbún insiste en que sólo unos pocos bananeros conocían su doble condición de paramilitar y empresario, pero personas que vivieron en la zona durante esos años dicen lo contrario. Todo el mundo sabía que Raúl Hasbún, dueño de por lo menos cinco fincas y representante legal de varias Convivir, era el mismo comandante 'Pedro Ponte' de las autodefensas que ordenaba los asesinatos y las masacres que hicieron de Urabá la región más violenta del país.

Lo que sí reconoce el ex paramilitar es que el dinero que pagaban los ganaderos -10.000 pesos por hectárea al año- iba directamente a las arcas de las autodefensas y servía para financiar el para-ejército rural. Los comerciantes y otras empresas de la zona les pagaban a los paramilitares que operaban en las zonas urbanas. Caso especial resultó la mención de Postobón en su versión libre. Hasbún ratificó lo dicho antes por Salvatore Mancuso, en el sentido de que esta empresa de gaseosas les pagó una cuota extorsiva a los paramilitares. Según explica, en principio la empresa se negó a pagarles, entonces las AUC secuestraron sus carros y conductores, hasta que Postobón envió a su jefe de seguridad a hablar directamente con Carlos Castaño. Se logró un acuerdo de pagar 10 millones de pesos mensuales por cada departamento del país. Postobón no quiso pronunciarse sobre este tema.

Aunque en una primera versión Hasbún dijo que Coca-Cola también había pagado una cuota, después rectificó y dijo que estaba confundido. Sin embargo, reconoció haber asesinado a tres sindicalistas de esta empresa, muertes que han tenido a Coca-cola en la lista de empresas cuestionadas por las ONG internacionales.

Tanto era el dinero que recogían las Convivir, que hicieron por lo menos dos carreteras con su propia maquinaria y de acuerdo con los objetivos militares de los paramilitares. El plan de expansión hacia el Urabá chocoano que había ideado Vicente Castaño se encontró con un gran obstáculo: no había carretera para entrar los aprovisionamientos de comida y munición. Entonces decidieron construirla. La Convivir lideró un convite y les pidió apoyo a los finqueros de Belén de Bajirá y en Riosucio, a la Alcaldía y hasta el Ejército. La Convivir ponía la retroexcavadora, la aplanadora y todo el material necesario. "La carretera, que era una necesidad para las autodefensas, se le vendió a la comunidad como una obra de beneficio social", dice el ex paramilitar.

Vicente Castaño ordenó que se controlara también todo el narcotráfico que salía por el puerto de Turbo. Por cada kilo de cocaína que salía del puerto, las autodefensas cobraban 50 dólares. La mitad del dinero se le enviaba a Castaño. El enlace entre los paramilitares y el narcotráfico era un hombre conocido como Mateo Rey, quien hace pocos meses fue asesinado en San Pedro de los Milagros, en Antioquia.

Tanto sería el control que tenían los paramilitares en Urabá, que en varias ocasiones cerraron cinco kilómetros de la carretera Panamericana, en una zona donde ésta es plana y ancha, para que aterrizaran avionetas que venían cargadas de armas y munición y se iban cargadas de cocaína.

La versión libre de Raúl Hasbún, así como las de Hebert Veloza, alias 'H.H,' y la de Freddy Rendón, alias el 'Alemán', demuestran que en Urabá hubo un proyecto paramilitar con tentáculos en todos los campos y sectores. Eso pone en cuestión la idea de que la región fue 'pacificada' por las autoridades civiles y militares, que tanto elogio han hecho de un proyecto de seguridad que dista bastante de ser un modelo a imitar.

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