jueves, 16 de abril de 2009

El estadio… espacio de orden, control y criminalización

Texto publicado el Viernes, 06 de Febrero de 2009

Durante los días 5 y 6 de octubre se realizó en Medellín el “primer encuentro nacional para la seguridad y la convivencia en el fútbol colombiano”, convocado por las alcaldías de Medellín, Bogotá y Cali. Esta pone en el escenario político un problema que tiene muchísimas arandelas y a su vez devela cómo tras la propuesta de la solución a la problemática generada alrededor del fútbol, el estado tiene todo un proyecto de control y orden.

El evento mostró las diferentes posiciones frente al tema por parte de los que manejan el fútbol. Iniciemos tomando la posición de la Dimayor (División mayor del fútbol colombiano), la cual plantea como única opción la imitación de las medidas que fueron adoptadas en Inglaterra. Una de ellas es el aumento del precio de la boletería como forma para garantizar la escogencia de los hinchas y así la elitización de los asistentes y del fútbol mismo. Esta postura tiene dos formas básicas de mirarlo, primero, el económico. Acá en Colombia no hay condiciones para que una mayoría de la población pueda adquirir boletería a altos precios, mucho más cuando la mayoría de partidos cuentan con una asistencia que promedia apenas los 5.000 asistentes en las diferentes ciudades. Detrás de la propuesta del aumento de precios está todo un contenido e interés de clase, la idea de que el rico (que puede acceder a la boletería costosa) es culto y sabe comportarse, mientras el pobre es bárbaro y no puede comportarse en sociedad (por eso es mejor que no acceda a boletería). Acá entonces hay toda una idea de criminalización de la pobreza y los sectores populares.

También detrás de esta propuesta de implementación de las medidas de Inglaterra se esconde la idea eurocentrista de civilización, según la cual los europeos son los civilizados y su cultura es la única (posición expresada por Gustavo Morelli en la exposición de la Dimayor) y los latinoamericanos entonces somos bárbaros y por ende delincuentes. Esta idea de cultura universal (europea) desconoce nuestra identidad latinoamericana y, en nuestro caso específico, la diversidad cultural colombiana, pretende desconocerla y homogenizarla. Es la propuesta reinante en los que se piensan actualmente una “solución” al problema por parte del gobierno y la Dimayor.

Frente a los medios de comunicación y su aporte a la violencia en el fútbol, cosa que eluden en responsabilidad, hay que hacer varias claridades. Estos se han convertido en los jueces del acontecer nacional, incluso en el fútbol. Dan la noticia, editorializan, definen qué es delito y qué no, definen los culpables y proponen la pena, en juicio público de unos 2 minutos que dura la noticia al aire. Para ilustrar el compromiso en la violencia de los medios y específicamente los deportivos, basta con citar las palabras de Carlos Antonio Vélez en su programa de radio nacional en RCN radio, el día 22 de septiembre a las 7:30 a.m., después de los acontecimientos de violencia en el Estadio de Bogotá, cuando dijo: “a las barras hay que tratarlas como paramilitares o guerrilla… acá solo sirve la represión”. Entonces la pregunta es: ¿Hay que matar tantos jóvenes que pertenecen o van a una barra porque este señor lo dice? ¿Cuál es el delito?¿Cómo las van a acabar?

Frente a todo lo que ahora llamamos barras se evidencia una criminalización también de la juventud. “Todos los de las barras son delincuentes”, se escucha a menudo, en una estigmatización total de los jóvenes. Se dice que las barras están llenas de jóvenes y a la vez que todos los de las barras son delincuentes, entonces se vuelve algo tan general frente al fútbol que todo joven es delincuente.

Desde estos dos puntos de vista (Dimayor y medios) ser pobre, joven y latinoamericano es ser delincuente.

En el tercer punto tomaremos las posiciones de las administraciones municipales, con un ejemplo básico que muestra la forma en que se actúa desde estos gobiernos. El caso es el de la colocación de la silletería en el estadio El Campín de Bogotá y la posterior reacción de las barras que arrancaron muchas de estas en una muestra de inconformidad. En una actitud totalmente arrodillada a las sugerencias de la FIFA que en Suramérica no aplica ningún país (Se defendieron diciendo que era orden de la FIFA y solo es una sugerencia), Colombia, y en este caso el IDRD (Instituto Distrital de Recreación y Deporte) de Bogotá con la Dimayor decidieron poner silletería en todo el estadio El Campín. Hasta ahí no pasa nada raro totalmente, el problema fue cuando decidieron que de toda la silletería ubicada en las gradas, las únicas que tenían espaldar fueran ubicadas en las tribunas populares. Esto teniendo en cuenta que hace más de 10 años las barras están ubicadas en estas tribunas saltando y cantando durante todo el partido de fútbol.

La silletería se convierte en un obstáculo para caminar y en un peligro dentro de la tribuna por que es fácil tropezarse con ellas y caer escalas abajo. Por eso no fue ubicada en tribuna oriental, ni siquiera en occidental, donde la gente está sentada todo el partido. ¿Es esto una estupidez y equivocación de un funcionario público (pretendiendo una visión inocente) ó tras de esto hay una forma contundente de control y orden sobre las barras? La respuesta se hace más clara consideramos que al otro día de que las barras arrancaran la silletería, las declaraciones de los funcionarios de gobierno decían: “¿por qué tienen que brincar o saltar en la tribuna?... que se sienten y vean el partido tranquilos”.

La sociedad no es algo estático, no permanece inmóvil. A diario se crea y recrea, se construye, destruye y vuelve a construir. El fútbol siempre fue visto como algo netamente deportivo profesional, donde los únicos participantes eran los jugadores. Estos, convertidos en estrellas e ídolos, se alzaban como los estandartes de los clubes profesionales. Desde hace unos años, la gente fue adquiriendo un papel más importante dentro de este deporte, los hinchas y las barras se fueron ganando un espacio tan grande como los clubes, les profanaron el estadio. Pasaron de “ver” un partido a hacer parte de él, al menos así se siente en esta época.

La violencia en el fútbol no es un invento de las barras, la gente reproduce las condiciones en las que vive. Así el problema, primero es mucho más complejo y segundo requiere de un trabajo más amplio.

PD
No se habló acá de la policía que obviamente genera más control y violencia que estos juntos, pero este merece un artículo aparte… queda pendiente.


Por: Edwin Alejandro Pérez
Tomado de: periferiaprensa.org