¿Qué la violencia se tiene que acabar? ¡Claro que sí! Y tiene que acabarse en todas sus formas, en todos sus momentos, escenarios y desde todos los responsables. Este país cada vez más demuestra que vive un mundo al revés. Cada vez, desde hace años, se presentan más casos de violencia relacionados con hinchas de fútbol. Pero cabe resaltar que las agresiones no son exclusivamente de los hinchas y que lo que vemos hoy es un incremento de la violencia en general relacionada con los actores futbolísticos, desde los hinchas, hasta jugadores y empresarios.
Sostengo que la violencia no es del fútbol como muchos lo presentan. Ésta es propia de una sociedad con los valores invertidos, donde no importa la vida del “otro”, del semejante, donde el ser humano parece no significar nada y en este sentido quitarle su vida hace parte de la cotidianidad. Pero responsabilizar de esto al fútbol puede ser tan lejano de la realidad como pensar que se están haciendo cosas serias para solucionarlo. La gente en el estadio reproduce las condiciones en las que vive, condiciones de solidaridad, de respeto y de sobrevivencia, entre otras. O de permanente insulto y agresión. Así, cuando nos preguntamos ¿por qué alguien tiene que llevar un puñal al estadio? debemos preguntarnos también si éste en su barrio anda con algún tipo de arma, si la ha utilizado y por qué. La repuesta a las dos primeras casi siempre será sí, la de la última es más compleja. ¿Se le ha educado a esta persona para la vida y el respeto? ¿o para qué se le ha educado?
Ahora no sólo los hinchas son los causantes de los muertos en el fútbol. Este 5 de julio Javier Flores, jugador del Júnior de Barranquilla, asesinó a un hincha por que le reprochaba y le incriminaba por haber perdido la final del fútbol colombiano frente al Once Caldas de Manizales el 28 de junio. Así como los hinchas, en muchos casos de violencia en Colombia han estado involucrados los jugadores, desde asesinatos, como el pasado en Barranquilla, hasta el tráfico y consumo de drogas, líos con las mafias en el país y combos de las ciudades, detenciones por porte de armas de fuego, etc.
El tema de los jugadores no es para pasarlo rápido. En países como Argentina la provocación a las barras o hinchas presentes en el estadio puede dar varios días de cárcel o sanción económica. El jugador de fútbol se convierte, sin darse cuenta muchas veces, en ídolo de grandes multitudes, pero a la vez ha recibido todo tipo de maltratos de parte de muchos clubes. Éste mismo mes de julio se despidió del fútbol profesional en Medellín el “Tino” Asprilla, a su mejor manera, y mostrando un poco lo que ha sido su carrera futbolística y su vida personal. Entró al estadio en limosina blanca, prácticamente no vista antes en la ciudad, al menos por la mayoría de los asistentes. Faltó poco para que hiciera su arribo al estadio a caballo y haciendo tiros, como en su última detención donde hizo varios tiros con un fusil en el Valle del Cauca.
Los casos de los jugadores son diversos como víctimas o victimarios, como indefensos en muchos casos o como responsables o cómplices de muchos delitos. Podemos hablar, por ejemplo, de El “torito” Cañas, conocido no solo por su fútbol sino porque trabajaba como sicario a finales de la década del 90; el “palomo” Usurriaga, asesinado hace unos años, y Andrés Escobar, cuyo asesinato en la ciudad de Medellín cumplió ya 15 años. Siempre se ha especulado con la relación de Fredy “Totono” Grisales con combos de sicarios en Bello, Neider Morantes en Barrio Antioquia o el “choto” Cortés con “una gente” de San Pío, en Itagüí.
Si a esto le sumamos las relaciones con sus patrones naturales en el fútbol, los dirigentes, que, como se mostraba en la edición anterior de este periódico, son en muchos casos parte de las mafias de este país, obviamente saben que pueden contar con su “respaldo”. En Colombia podríamos decir que en muchos casos las menos bravas son las barras, teniendo en cuenta las características de muchos de los jugadores y dirigentes de los clubes. Ahora los hinchas, esos a los que todos los días se inculpan de todo, a los que se les atribuye la violencia en el fútbol, pasan a ser las víctimas, una vez más. La diferencia es que nadie dice que todos los jugadores son iguales y que hay que encarcelarlos a todos, esa diferencia, la generalización y la estigmatización sí es una marca que siguen cargando los hinchas, de cuenta de las autoridades y los malos comentaristas deportivos.
Por: Bernardo Jurado
Tomado de: periferiaprensa.org
Sostengo que la violencia no es del fútbol como muchos lo presentan. Ésta es propia de una sociedad con los valores invertidos, donde no importa la vida del “otro”, del semejante, donde el ser humano parece no significar nada y en este sentido quitarle su vida hace parte de la cotidianidad. Pero responsabilizar de esto al fútbol puede ser tan lejano de la realidad como pensar que se están haciendo cosas serias para solucionarlo. La gente en el estadio reproduce las condiciones en las que vive, condiciones de solidaridad, de respeto y de sobrevivencia, entre otras. O de permanente insulto y agresión. Así, cuando nos preguntamos ¿por qué alguien tiene que llevar un puñal al estadio? debemos preguntarnos también si éste en su barrio anda con algún tipo de arma, si la ha utilizado y por qué. La repuesta a las dos primeras casi siempre será sí, la de la última es más compleja. ¿Se le ha educado a esta persona para la vida y el respeto? ¿o para qué se le ha educado?
Ahora no sólo los hinchas son los causantes de los muertos en el fútbol. Este 5 de julio Javier Flores, jugador del Júnior de Barranquilla, asesinó a un hincha por que le reprochaba y le incriminaba por haber perdido la final del fútbol colombiano frente al Once Caldas de Manizales el 28 de junio. Así como los hinchas, en muchos casos de violencia en Colombia han estado involucrados los jugadores, desde asesinatos, como el pasado en Barranquilla, hasta el tráfico y consumo de drogas, líos con las mafias en el país y combos de las ciudades, detenciones por porte de armas de fuego, etc.
El tema de los jugadores no es para pasarlo rápido. En países como Argentina la provocación a las barras o hinchas presentes en el estadio puede dar varios días de cárcel o sanción económica. El jugador de fútbol se convierte, sin darse cuenta muchas veces, en ídolo de grandes multitudes, pero a la vez ha recibido todo tipo de maltratos de parte de muchos clubes. Éste mismo mes de julio se despidió del fútbol profesional en Medellín el “Tino” Asprilla, a su mejor manera, y mostrando un poco lo que ha sido su carrera futbolística y su vida personal. Entró al estadio en limosina blanca, prácticamente no vista antes en la ciudad, al menos por la mayoría de los asistentes. Faltó poco para que hiciera su arribo al estadio a caballo y haciendo tiros, como en su última detención donde hizo varios tiros con un fusil en el Valle del Cauca.
Los casos de los jugadores son diversos como víctimas o victimarios, como indefensos en muchos casos o como responsables o cómplices de muchos delitos. Podemos hablar, por ejemplo, de El “torito” Cañas, conocido no solo por su fútbol sino porque trabajaba como sicario a finales de la década del 90; el “palomo” Usurriaga, asesinado hace unos años, y Andrés Escobar, cuyo asesinato en la ciudad de Medellín cumplió ya 15 años. Siempre se ha especulado con la relación de Fredy “Totono” Grisales con combos de sicarios en Bello, Neider Morantes en Barrio Antioquia o el “choto” Cortés con “una gente” de San Pío, en Itagüí.
Si a esto le sumamos las relaciones con sus patrones naturales en el fútbol, los dirigentes, que, como se mostraba en la edición anterior de este periódico, son en muchos casos parte de las mafias de este país, obviamente saben que pueden contar con su “respaldo”. En Colombia podríamos decir que en muchos casos las menos bravas son las barras, teniendo en cuenta las características de muchos de los jugadores y dirigentes de los clubes. Ahora los hinchas, esos a los que todos los días se inculpan de todo, a los que se les atribuye la violencia en el fútbol, pasan a ser las víctimas, una vez más. La diferencia es que nadie dice que todos los jugadores son iguales y que hay que encarcelarlos a todos, esa diferencia, la generalización y la estigmatización sí es una marca que siguen cargando los hinchas, de cuenta de las autoridades y los malos comentaristas deportivos.
Por: Bernardo Jurado
Tomado de: periferiaprensa.org