miércoles, 16 de septiembre de 2009

Libertades y Derechos en la Universidad Pública Colombiana

Libertades y Derechos en la UNIVERSIDAD PÚBLICA COLOMBIANA / 2009 - 27 minutos
Centro de Medios Populares - Producciones EL RETORNO - Somos MiL

Un contraste entre los testimonios de estudiantes de diversas universidades públicas y las informaciones que difunden los grandes medios de comunicación.








EL video completo en: http://blip.tv/file/2601196
Por: Centro de Medios Populares - Producciones EL RETORNO - Somos MiL
Tomado de: www.youtube.com/elretornocolombia

Uno solo sea el amo…

En Colombia no es que la historia se repita, sino que hay una estructura bien lubricada para que la mayoría, que es la que sufre todas las miserias del poder, se mantenga en estado de docilidad y servidumbre. Tal vez sería Dostoievski el que afirmó que el esclavo llega a amar sus cadenas; es más, cuando queda libre, siente nostalgia de ellas.
Nos han inculcado, a través de diversos métodos de domesticación, la necesidad de tener amos, de tener a alguien que piense por nosotros. El poder, haciendo uso de la propaganda y la maquinación mediática, hace creer que está actuando en beneficio de las mayorías, y entonces a veces funge de pastor. O, como es usual ahora en el país, establece mecanismos que conduzcan al culto de la personalidad.

No importa que esa estructura esté basada en lo ilegal. O en la pulverización de la ley. O que se sustente en la denominada cultura de la mafia, que campea desde hace rato en casi todas las esferas de la sociedad, pero más en las de los que se creen tocados por la “divinidad”, o por algún extraño “destino manifiesto”. Hay que hacer creer que el hombre (el príncipe) que es la cabeza visible del poder está tocado por todas las gracias.

Entonces, ese hombre, o ese príncipe, o ese amo, en fin, debe aparecer como impoluto. Otros, sus adláteres, harán el trabajo sucio. Para eso están los escuderos. Hay que hacer creer –crear el espejismo- que sin ese ser imprescindible todo se sumirá en la hecatombe. Él es el ungido. El elegido (¿el reelegido?). Sin él, no hay salvación posible.

Una herramienta muy útil para el poder –cualquiera que éste sea- es la encuesta. Otra, los llamados consejos comunitarios. Otra más, por ejemplo, poner cara de seminarista. O llevarse la mano al corazón, y adornar el gesto con palabras como “grande” y “firme”. Seguro que todo esto es seductor, y bueno, se dirá que la galería es fácil de conquistar. Es si no prometer algún subsidio, o, como sea, porque sí o porque no hay que dar la sensación de que ese es el pastor que se requiere y que, con él, las ovejas estarán bien protegidas.

Digamos que si una encuesta da como resultado que el país (o, para ser más precisos, la mayoría de gente) sufre calamidades a granel, que hay desempleo aberrante, que hay desplazamiento forzado, que tantos no pueden acceder a la cultura (distinta a la del espectáculo farandulero), que los desventurados aumentan, hay que mostrar, también, que el príncipe, o el amo, o la inteligencia superior, lo que sea, goza de cabal salud. Qué importa lo demás, él nos protege. Y listo.

Y a todas estas, el poder (que sí es muy listo) va creando una atmósfera, que aunque esté contaminada por tantas barbaridades (falsos positivos, corrupción, clientelismo, parapolítica, cohechos, prevaricatos, etc.), la grey asume como una contingencia. Es que el amo tiene muchos enemigos, es que no lo dejan trabajar. Es que es culpa de la oposición, o de los vecinos, o de aquellos (“bobos tan bobos”) que sólo critican.

El poder sabe muy bien que hay que hacer ver como “gajes del oficio” asuntos como las “chuzadas”. Y las dádivas y las subastas de notarías y las emboscadas para una votación por el referendo reeleccionista. Es que todo eso es nada, cuando el fin es mantener al señor en su pedestal. Qué importan los medios, si es por una causa redentora. Qué importa si hay amenazas de muerte contra magistrados y jueces. Algún día el poder hará un discurso en su honor.

No es bueno el gobierno de muchos, harán creer a los sometidos al desconcierto. Y como en la Iliada, el poder –sobre todo por estos contornos- cantará sin desafinar: “uno solo el caudillo supremo y soberano de todos sea”. Y volvemos a la misma historia: uno solo sea el amo, uno solo sea el rey. Y todos –o casi todos- tan contentos.


Por: Reinaldo Spitaletta
Tomado de: www.elespectador.com