jueves, 14 de enero de 2010

Dios y la reelección

Dios, que es una invención humana (para otros, el hombre es una invención divina), sirve para todo. Para lo bueno y lo malo, según el maniqueísmo.
Su utilización en la política es de antigua data. En el nombre de Dios se han cometido las peores barbaridades y también, en su nombre, han aparecido hermosas literaturas.

Tal vez todos recordamos un perturbador artículo de José Saramago (El factor Dios), en el cual el Nobel portugués plantea, entre otros asuntos, que las religiones jamás han servido para aproximar y congraciar a los hombres, sino, por el contrario, para la perpetración de las más horrendas matanzas y violencias físicas y espirituales.

A Dios (pobrecito él) se le invoca, por ejemplo, no sólo en las constituciones políticas, sino en la comisión de crímenes, en la aplicación de censuras, en la persecución de los "infieles". O para que salve a la reina, o al rey. Se le nombra en los dólares para que bendiga a América, la gringa, no a la que está a sus pies. Los emperadores romanos eran ellos mismos dioses.

La Inquisición, autora de innumerables crímenes y arbitrariedades, fue una suerte de organización terrorista diseñada para oponerla a la libertad de conciencia, contra el derecho a la libre elección, contra los que decían no. Y todo en nombre de un Dios, al que el poder (alianza Estado-Religión) amañaba a sus intereses. Es sabido desde tiempos remotos que quienes están en el poder temporal utilizan la religión para investirse de autoridad. Y también para imponer obediencia.

A Dios lo invoca el sicario antes de ir a cumplir su macabra labor; el soldado cuando va a la guerra; el paramilitar antes de emplear su motosierra, no para tumbar árboles sino cabezas; el mendigo cuando solicita caridades; el banquero cuando obtiene sus astronómicas ganancias; el invasor yanqui cuando hizo llover napalm en Vietnam; seguramente lo invocó el tripulante del Enola Gay antes de descargar su bomba atómica sobre Hiroshima y también los que hicieron estrellar aviones contra las Torres Gemelas.

Tal vez todos recordamos las "Preguntitas sobre Dios" de Atahualpa Yupanqui: "Que Dios vela por los hombres, / tal vez sí y tal vez no, / pero es seguro que almuerza / en la mesa del patrón". Y también el Destino Manifiesto, doctrina según la cual los Estados Unidos fueron designados por la Providencia para expandirse por el continente y luego por el mundo. Bush, que se creía un elegido, la cumplió a cabalidad.

En Colombia, país en el que existen diversos dioses: el de los mafiosos y el de los pobres y el de los plutócratas, en fin, el Presidente advierte que su reelección está en manos de la Corte Constitucional, el pueblo (otro concepto manoseado y envilecido) y de "Dios, nuestro Señor". Y él, Uribe o el Mesías, sabe del poder político de Dios, del partido que se le puede sacar a la religión y la religiosidad. Sus constantes invocaciones al "Señor" son parte de una estrategia electoral. Un modo de la seducción del poder.

Tal invocación también es una manera de enviar mensajes "subliminales" a la Corte para que dé paso al referendo reeleccionista, lleno de vicios y financiado por las pirámides que dejaron en la ruina a millares de colombianos. A Dios (también al pueblo) se le pueden sacar muchos réditos políticos. Y eso lo conoce de sobra el poder y, en particular, su cabeza visible, el Presidente.

De una forma hábil y con cizaña, Uribe quiere hacer aparecer a Dios (el factor Dios) de su parte; lo mismo a un pueblo, objeto de todas las desgracias, desinformaciones y manipulaciones politiqueras. A la Corte Constitucional, claro, ya la tiene cooptada, como tiene en sus bolsillos la Procuraduría, la Fiscalía y otros organismos, en un país en el cual el Presidente no ha respetado la independencia de los poderes.

El pobre Dios a lo mejor es inocente de todos los usos y abusos que hacen de su nombre, pero, al fin de cuentas, como la canción citada "hay un asunto en la tierra / más importante que Dios / y es que nadie escupa sangre / pa´ que otro viva mejor".


Por: Reinaldo Spitaletta
Tomado de: El Espectador

Divertimento político y falsos positivos

MIENTRAS LA OPINIÓN PÚBLICA SE embelesa con la reelección, lloran las madres de Soacha. En tiempos de hegemonía personalista, crujen las instituciones.
El Procurador amasa su concepto con lecturas parciales de fallos de la Corte Constitucional. Simultáneamente otros seis militares —van veinticuatro y vienen muchos más— quedan en libertad por vencimiento de términos en los casos de asesinatos de jóvenes inocentes a manos de la Fuerza Pública para hacerlos pasar por guerrilleros. La constante histórica de dar prioridad a la picaresca política sobre la justicia permite comprender la debilidad de un Estado de derecho para cuya posible existencia es medular una justicia pronta e imparcial. Algunas afirmaciones del más alto Magistrado de la Patria sirven para entender la mascarada en que vivimos.

Hace cuatro meses el Presidente de la República exhortaba a su recién posesionado ministro de Defensa, Gabriel Silva Luján —ahijado político del semicandidato Juan Manuel Santos— a implementar mecanismos encaminados a la defensa jurídica de los militares acusados de participar en los “falsos positivos”. Lo hacía ante lo que llamó las “falsas denuncias de homicidios cometidos por integrantes de las Fuerzas Militares”. Advertía en esa oportunidad el presidente Uribe que acusar a la Fuerza Pública y enseguida no probar los hechos era una “falsa acusación” que buscaba hacer daño a la Fuerza Pública, finalmente la responsable de la política de seguridad democrática.

La defensa de los acusados hizo eficazmente su trabajo. Los acusados recobraron su libertad provisional al no probarse en el término de ley su responsabilidad penal ante los jueces. La reacción internacional no se hizo esperar. Se prendieron las alarmas por la posible impunidad de graves crímenes, sistemáticos y continuados, cometidos por agentes del Estado. La espada de Damocles de la Corte Penal Internacional volvió a blandir sobre las cabezas de los responsables. Rápidamente, en su primera declaración sobre el tema, el presidente Uribe expresó su inconformismo por las decisiones judiciales. En comunicado a la opinión pública formuló la doctrina que los jueces deberían seguir en estos casos: “Dar libertad por vencimiento de términos en casos de crímenes graves afecta tanto a la democracia, como dar libertad en delitos de lesa humanidad con base en la figura de la prescripción. Hoy las democracias niegan la prescripción frente a delitos atroces. En la misma forma se debe negar el vencimiento de términos”. Además de la intromisión en asuntos de competencia de la rama judicial, de la errónea analogía penal (que iguala la excepción a la prescripción con la excepción a la libertad provisional) y del desconocimiento de las garantías legales para los militares, el presidente Uribe sale en defensa del “honor” de los liberados que, a su juicio, vale más que su libertad.

El debate sobre el referendo en época electoral sirve para ocultar el costo de la seguridad democrática: la política de tierra arrasada apoyada en el paramilitarismo, con su estela de cuatro millones de desplazados forzados y de miles de asesinados de jóvenes inocentes. Es hora de quitarse la máscara y aceptar que para el Presidente y el ex ministro Santos el desplazamiento forzado y los falsos positivos son la cuota de sangre, sudor y lágrimas exigible a los colombianos para “pacificar” al país. Y mientras muchos se divierten con los juegos jurídico-político-electorales, los menos pero cada vez más seguiremos esperando que la justicia internacional rescate un mínimo de humanidad en un país de asesinos e indolentes.n/a



Por: Rodolfo Arango
Tomado de: El Espectador

Caricatura: Bacteria

Caso de Mumia Abu-Jamal ante la Suprema Corte de Estados Unidos mañana 15 de enero

El miércoles 13 de enero, la Suprema Corte de Estados Unidos anunció que habrá una conferencia este viernes 15 de enero sobre el caso de Mumia Abu-Jamal con respecto a la petición de la fiscalía de Filadelfia para ejecutarlo sin audiencia.

El mismo día la Corte anunció su decisión de reimponer la pena de muerte en el caso de Frank Spisak. Se teme que la Corte use esta decisión para justificar la reimposición de la pena de muerte para Mumia.

Los hechos de los dos casos no podrían ser más diferentes. Frank Spisak es un neo-nazi que alardeó de haber cometido cinco crímenes de odio, incluso tres homicidios, en una “fiesta de caza” para “limpiar” la ciudad de Cleveland, Ohio, en 1982. Durante su juicio llevaba bigote de Hitler y habló de su odio a los negros y judíos. Mumia, por otro lado, es reconocido como un periodista y escritor con un fuerte compromiso social incriminado por luchar por la libertad del pueblo africano-americano y por un mundo anti-racista de justicia y libertad para todos y todas.

Lo que tienen en común es que los dos fueron condenados a muerte. En los dos casos la pena de muerte fue revocada porque el juez violó un precedente establecido por la Suprema Corte federal en el caso conocido como Mills v Maryland en 1988.

Según Mills, sólo se requiere una decisión de la mayoría del jurado, y no un voto unánime, sobre las circunstancias atenuantes suficientes para imponer una sentencia de cadena perpetua en lugar de la pena de muerte. Pero en el caso de Mumia, y en el de Spisak también, el juez le dijo al jurado que el voto tenía que ser unánime. Por ejemplo, todos los integrantes del jurado tendrían que estar de acuerdo de que algo como el buen carácter del acusado merecía una sentencia menos grave.

Mills lo hizo más difícil para que una fiscalía consiguiera una sentencia de muerte en un caso capital. Hasta ahora ha habido un acuerdo de que la decisión de Mills se aplique en todos los estados. Pero los estados de Ohio y Pensilvania alegan que no se aplica en sus estados porque las instrucciones al jurado pueden ser diferentes en diferentes estados.

La decisión de la Suprema Corte del miércoles pasado en el caso de Spisak tiene implicaciones ominosas para el caso de Mumia. Ahora su vida depende del capricho de la Suprema Corte, que ya violó sus propios precedentes al negarle un nuevo juicio el abril pasado.

Recordemos que en marzo de 2008, el tribunal de apelaciones del Tercer Circuito respaldó el dictamen del juez William Yohn de 2001 de revocar la pena de muerte. Si la fiscalía de Filadelfia quiere reimponer la pena de muerte, tiene que convocar una audiencia para determinar la sentencia: cadena perpetua o muerte. La fiscalía está apelando la afirmación de 2008 del dictamen de 2001.

Si la Suprema Corte acepta la apelación, la fiscalía puede ejecutar a Mumia sin audiencia. Si la Corte rechaza la apelación, la fiscalía tiene que aceptar la sentencia de cadena perpetua o convocar la audiencia para determinar la sentencia. La Suprema Corte también tiene la opción de reenviar el caso a un tribunal menor para reconsiderar el caso bajo nuevas instrucciones. No se sabe se la Corte tome su decisión inmediatamente o si se tarde. Mientras tanto Mumia sigue en el corredor de la muerte.

¡ LIBERTAD PARA MUMIA ABU-JAMAL!

¡NO A LA PENA DE MUERTE!

¡NO A CADENA PERPETUA!

¡PRES@S POLÍTIC@S LIBERTAD!


Por:Amig@s de Mumia, Mx
Tomado de: www.alasbarricadas.org