domingo, 4 de enero de 2009

LOS OJOS DE LOS NIÑOS

Los ojos de los niños

Mientras en una parte del mundo se celebraban las fiestas, en otros lugares se mataban seres humanos. Así se despidió el año 2008, así llegó el 2009. Civilización, o no, y barbarie. Pan dulce y bombas. El cinismo no conoce fronteras. Se mata y ya está. Por seguridad. Por los derechos de unos sobre otros. Recibimos el Año Nuevo con cuatrocientos muertos debajo del colchón, cien de ellos niños. Y cerca de dos mil heridos. La Franja de Gaza. Pueblos que ya tendrían que ser sabios por sus experiencias trágicas encuentran coincidencia sólo en la muerte. Esa muerte para la que el ser humano trata de encontrar una definición, una explicación, es usada como emblema de lo que llamamos civilización. Ahora es ya mucho más fácil. Se mata al enemigo desde aviones y, mejor todavía, a él y a toda su familia. A su mujer y a sus ocho hijos. O con cohetes, desde el escondite. Esos jóvenes que arrojan bombas desde aviones o desde escondites no se dan cuenta de que matan, de que exterminan la vida de otro ser, por lo general inocente. Pero arrojan bombas por “patriotismo”. Los discursos de los políticos intervinientes nos dicen claramente de su omnipotencia. ¿Tienen acaso el poder delegado de matar, de hacer matar? ¿Se los vota para eso? ¿Y qué pasa con Naciones Unidas, para qué está? Ni siquiera esa organización mundial es capaz de detener una guerra. Ese tendría que ser su principal motivo de existencia. Y no una masa burocrática de encuentros superficiales y desencuentros que ocasionan la muerte.

La muerte de niños. Lo lanzaron al aire y al papel, los medios: el bombardeo israelí logró la muerte de uno de los dirigentes principales de Hamas y también de su mujer y sus ocho hijos. Buena puntería. ¿Pero cómo, es que vivimos en el tiempo de los dinosaurios? No, vivimos el siglo de la mente humana. Por eso el papa Ratzinger en su mensaje de Navidad nos ha enseñado a rezar, rezar, rezar. ¿Rezar a quién? ¿A un Dios que permite en la “Tierra Santa”, donde nació su hijo de una virgen, que se cometan crímenes tan atroces, como que se peleen pueblos desde hace siglos por razones religiosas, que en el fondo no son otra cosa que razones de poder y de dominio? Alá, Jehová y Cristo. Tierra Santa que mata a sus niños.

¿Con qué habrán soñado esos niños la última noche en que vivieron? ¿Con juguetes, con hadas, con ángeles que les arrojaban espejitos de colores desde el cielo? Es lo mismo, porque nosotros les arrojamos bombas y los destrozamos. Habría que rescatar los ojos de esos niños en el momento en que estallaron las bombas.

Sí, está bien, los hombres de Hamas lanzan cohetes a Israel. ¿Y por eso hay que bombardear ciudades abiertas allí donde viven madres que crían a sus hijos? Ciudades que ni siquiera tienen refugios antiaéreos. Eso es fácil. Pero criminal de la peor cobardía, a su vez.

Tiene razón Israel en combatir el terrorismo, pero no con métodos cien veces más traidores que el cohete individual. Igual, tal vez, en su perversión, pero increíblemente menor que hacerlo desde aviones, en uniforme oficial y por orden de los responsables. No, además, esos actos de mostrar poder traen las consecuencias más nefastas, originan los odios de siglos, los deseos de venganza infinitos, que quedan en la historia de los pueblos. La única búsqueda de solución es recurrir a Naciones Unidas para que envíe una organización preparada en esta clase de conflictos, que encuentre la paz y no la venganza. No se arreglan los problemas con la muerte. Y más para un pueblo con la experiencia del judío, un pueblo que, con su conocimiento histórico de persecuciones, tiene que haber aprendido para siempre hacia dónde lleva el odio. Porque los crímenes del Holocausto han quedado para siempre en la conciencia del pueblo alemán y tendrían que quedar también para siempre en el pueblo que fue víctima. Porque no hay ninguna diferencia para un niño entre morir en una cámara de gas y ser destrozado por una bomba arrojada desde aviones oficiales.

Sí, el pueblo alemán aprendió para siempre lo que es cometer un crimen de lesa humanidad. Pero seamos sinceros: aprendió pero no tanto. Hay otra forma de hacerse cómplice de otros crímenes. Por ejemplo esto: la fabricación y venta de armas. Leamos las cifras oficiales. La exportación de armas alemanas del año 2007 alcanzó a 8,7 mil millones de euros. Es decir que exportó un 13 por ciento más que el año anterior. Con esto, Alemania ocupa el tercer lugar en el mundo de exportadores de armas, con el 10 por ciento, mientras Estados Unidos ocupa el primer lugar, con el 31 por ciento, y Rusia, el segundo, con el 25 por ciento. Pero aquí no acaba la cosa. Alemania exporta armas a China, India, a los Emiratos Unidos de Arabia, a Grecia, a Corea del Sur y a un sinfín de otros países. Sí, a los Emiratos Unidos de Arabia. Pero, y aquí está el nudo de la cuestión: también a Israel, Afganistán, India, Nigeria, Pakistán y Tailandia. Muy buen negocio. Ahí no se hacen discriminaciones, el que paga bien, a ése se le vende. Es sabido que los europeos –en este caso Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia– atraen a sus clientes deseosos de armas con financiaciones “atractivas” y la promesa de transmitirles tecnología nueva.

Entonces aquí hay que decir la otra verdad. No alcanza con que los alemanes se hayan hecho una severa autocrítica sobre los crímenes del nazismo sino que la verdadera autocrítica tendría que ser nunca más a las armas, nunca más hacer negocios con la Muerte y menos con países que tienen problemas con países lindantes ni tampoco aquellos que tienen problemas internos. No se es honesto si por un lado criticamos las guerras y las represiones y por el otro vendemos armas a países donde tienen lugar esos crímenes contra la Vida.

Hace pocos días se hizo en los medios alemanes un desusado elogio al ex primer ministro Helmut Schmidt, que cumplió noventa años de edad. Justamente, el político que apoyó la venta de armas a la dictadura argentina del desaparecedor Jorge Rafael Videla. Y se defendió en el Congreso alemán diciendo que lo hacía para “asegurar la fuente de trabajo de los obreros alemanes”, un argumento fuera de toda base ética. Porque si es por eso, que el gobierno alemán disponga de una suma para darles trabajo a esos obreros y que éstos se dediquen a fabricar juguetes para los niños.

Más todavía, el gobierno alemán asegura con fianzas oficiales la financiación de los proyectos de venta de armas, para lo cual se utiliza dinero del pueblo cobrado mediante los impuestos. Hace poco quedó en claro un escándalo producido por la constatación de que las fuerzas de seguridad de Georgia poseían modernas armas alemanas, a pesar de que el gobierno alemán había rechazado el pedido de ese país de venderle armas, ya que Georgia se encontraba en estado de guerra con Rusia. Es decir que podemos constatar que, en el caso de hacer negocios, se pisotean los principios básicos de lo que tiene que ser la ética en las relaciones humanas.

Las armas, las guerras entre los seres humanos divididos por estúpidas fronteras, tienen que pasar a ser un tema fijo en la vida de todos los pueblos del mundo. No a las armas, sí a la vida.

Han muerto cien niños en el bombardeo israelí de Gaza. Ya esa cifra podría servir de leitmotiv contra todos los bombardeos de ciudades abiertas. Nunca más la muerte de niños como acción de guerra. Salir a la calle en la protesta. Denunciar a los políticos que dieron la orden y a los generales y soldados que la cumplieron.

Sería al primer peldaño hacia aquel Paraíso en la Tierra con que soñaba Kant: la paz eterna.


Sábado, 03 de Enero de 2009 15:09 Página 12

Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania

LA DIGNA RABIA Y LA OTRA POLÍTICA

La digna rabia y la otra política

Para algunos, el levantamiento del EZLN en 1994 se inscribe dentro de los proyectos fracasados. El adormecimiento de las conciencias y creer vivir en el mejor de los mundos posibles arranca este perfil de crítica fácil, llena de resentimiento. No había motivo para la insurrección y si los hubo se perdieron en el camino. En quince años han cometido muchos errores, han perdido apoyo y mueren de éxito. El mayor, el enfrentamiento entre su dirigencia y el candidato Andrés Manuel López Obrador en las pasadas elecciones presidenciales. No prestaron su colaboración, su militancia no hizo campaña y además utilizó un lenguaje soez. Por ello, son responsables de su derrota. ¿Pero había que apoyarlo? El PRD, junto al PAN y el PRI, traicionó los acuerdos de San Andrés, pero tal acontecimiento pasa desapercibido.

Sin embargo, al EZLN se le acusa de todos los males existentes en México. Desde el narcotráfico hasta la violencia terrorista. Para sus detractores, el EZLN ya gozó de sus quince minutos de gloria. Hoy se ha convertido en un tour político para ONG europeas. En esta dirección la ristra de exabruptos es variada y confluyen en un tópico: la obligada disolución. Sólo intelectuales desfasados creen en el colonialismo interno. La lucha de clases está en la mente calenturienta de subversivos, nostálgicos del comunismo o terroristas. Las esperanzas de un mundo sin explotación no forman parte del horizonte histórico de los mensajeros de la derrota.

Entre quienes defienden esta postura se afianza la idea mayoritaria de vivir en un mundo tolerante. Nada impide dialogar. Hoy, todo es negociable. Póngale precio a la dignidad, se dice. Los sicarios y las meretrices de la política se especializan en buscar acuerdos. En caso de no hacerlo se bombardea y se aniquila el problema. Gaza, sin ir más lejos. La tolerancia es cero con el diferente.

Mientras tanto, la vía para encauzar la paz, son los partidos políticos atrápalo todo, y el espacio reconocido, las instituciones dependientes de la división de poderes. Así, los regímenes liberal-representativos se enorgullecen de poseer un Legislativo que legisla, un Judicial que administra la ley y un Ejecutivo con poder de mando. Por ello, cuando hay conflictos se articulan consensos. Para eso están los entresijos del sistema. No hace falta recurrir a la fuerza bruta; está reservado para los insumisos, los inconformistas. Es de mal gusto, de indios incivilizados, no aceptar acuerdos, aunque después no se cumplan. Por ese motivo se les pueden ningunear sus derechos durante más de quinientos años. Son ariscos, broncos, no atienden a razones; en definitiva, necesitan látigo. Así se justifican matanzas como Acteal, el acoso militar, y se puede imputarles ser indignos de considerarse mexicanos.

Es más, son autonomistas, y por ello pueden ser objeto de legítima persecución. Es cuestión de miras. Estos argumentos se utilizan en muchos países. En Chile se aplica la ley antiterrorista impuesta por la dictadura de Pinochet en 1984. Hay doscientos cincuenta mapuches presos en 2008, víctimas de esta ignominia por defender su territorio de la esquilma de las papeleras y las empresas hidroeléctricas. En Colombia, bajo el concepto de la democracia preventiva, el presidente Álvaro Uribe utiliza a las fuerzas armadas para disolver una gran marcha de protesta en diciembre de 2008; la muerte de una decena de dirigentes indígenas del Valle del Cauca es su resultado. En Perú, desde el gobierno de Fujimori, pasando por Toledo y ahora con Alan García, un tercio del territorio amazónico, 25 millones 456 mil 843 de hectáreas son cedidas a Shell, Repsol, Elf, Mobil, para la prospección de hidrocarburos, afectando a los pueblos indios hasta condiciones de hambruna e migración. En Guatemala, los pueblos mayas siguen siendo víctimas de la represión militar y de los ganaderos oligarcas coadyuvados por los partidos, y los sindicatos blanco-mestizos. En Honduras se les desconocen derechos y en Panamá se les considera un reducto para el turismo, no menos que en Costa Rica. En Brasil, la colonización los expulsa y los arrincona. La exportación de los agrocombustibles es la moneda de cambio. En Argentina los mapuches son perseguidos como en la guerra de la pampa a mediados del siglo XIX. Todo en nombre del progreso técnico. Se reproduce el lema: civilizar es poblar y no hay mejor poblador que el hombre blanco y su tecnología. La soya, el gas, el petróleo, el agua. El etnocidio no escandaliza si hay una razón de peso. Y la acumulación de capital es suficiente. Lo fue la explotación de plata en Potosí y Zacatecas introduciendo la mita y la encomienda, y lo es hoy el saqueo y la expoliación de sus riquezas, sus reservas y la destrucción de su hábitat. Ello forma parte del control ejercido por las transnacionales de la agroalimentación y los fertilizantes, los bancos que monopolizan los créditos y las grandes empresas distribuidoras de supermercados en las ciudades. Un circuito donde se observa con claridad la consolidación de la flexibilidad laboral, el despido libre y la semi-esclavitud inherente a la economía de mercado.

La lucha es desigual. Las promesas realizadas desde el poder central, o regional, caciquil o terrateniente han terminado siempre en traición. Nunca se han respetado los acuerdos. Siempre han existido inconvenientes para ponerlos en práctica. Demasiado pronto o demasiado tarde. Es la ley de los conquistadores. Pero hay que seguir peleando, de ahí nace la digna rabia. No es un berrinche, un enfado, no es envidia. Es coraje, es pundonor. No se confundan. La rabia emerge como una opción, una oportunidad, en una acción que reivindica el fin del colonialismo. Primero se manifestó contra los españoles y hoy se enfrenta a los criollos oligarcas y terratenientes apoyados en sus aliados, las empresas trasnacionales farmacológicas, de comestibles, de agroquímica, de biotecnología. Hoy 10 de las cien primeras controlan entre 35 y 40 por ciento de las ventas de alimentos.

Domingo, 04 de Enero de 2009 10:36 La Jornada


Marcos Roitman Rosenmann / I

"LOS ZAPATISTA, CONTRA LA VIOLENCIA QUE SE ALIENTA CUANDO SON OTROS LOS QUE PONEN LOS MUERTOS"

“Los zapatistas, contra la violencia que se alienta cuando son otros los que ponen los muertos”

El subcomandante Marcos señaló esta noche que en México “el crimen organizado es el que dirige la fuerza del Estado”, aunque se diga “que se usa la fuerza de la violencia contra la delincuencia”. Al asegurar que el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa “va un paso adelante” a nivel internacional en el uso de la violencia, consideró que “su guerra contra el narcotráfico” es un “sangriento fracaso.

“En nuestro dolorido México, quienes llevan el primer lugar en usos y abusos del manoseado término ‘violencia’ son Felipe Calderón Hinojosa y medios de comunicación que lo acompañan, que cada vez son menos por cierto”, dijo Marcos en su primera participación en el Festival Mundial de la Digna Rabia, convocado por el EZLN.

“El señor Calderón, aficionado a los juegos de estrategia en tiempo real, decidió que en lugar de pan y circo al pueblo hay que darle violencia”, ahora que “el circo ya lo dan los políticos profesionales y el pan está muy caro”, prosiguió, en un discurso en el que también criticó la violencia institucional del gobierno perredista de la ciudad de México, y la global, cuyos actuales paladines son Estados Unidos e Israel contra el pueblo palestino.

“Calderón decidió apoyarse en una banda de narcotraficantes para hacerle la guerra al otro bando y, violando la Constitución, sacó al Ejército a cumplir labores de policía, Ministerio Público, juzgado y ejecutor. Que esa guerra la está perdiendo lo sabe cualquiera que no sea de su gabinete.” Del mismo modo, “que la muerte de su pareja sentimental fue un asesinato todos lo saben, aunque no se publique”, añadió.

El jefe militar zapatista reflexionó ampliamente sobre la violencia, sus usos y significados según el poder y sus acompañantes, y según los de abajo. “Los zapatistas no apoyamos el pacifismo que se enarbola para que sea otro el que ponga la otra mejilla, ni la violencia que se alienta cuando son otros quienes ponen los muertos.

Acusó al gobierno “de izquierda” de la ciudad de México de asesinar a jóvenes, “adolescentes la mayoría”, ante el silencio de “un sector de la intelectualidad progresista”.

Admitió que “sería ingenuo pensar que todo lo bueno” que han hecho los zapatistas (“incluido el privilegio de escucharlos y aprender de sus luchas”, dijo a la audiencia) ha sido posible sin considerar que el EZLN se dio a conocer por un ejército armado. “En guerra nos conocieron. En guerra nos hemos mantenido estos 15 años. En guerra seguiremos hasta que este rincón del mundo llamado México llame suyo su propio destino sin trampas, sin suplantaciones, sin simulaciones”.

Esta mañana, el teniente coronel Moisés había dado inicio a la fase final del festival con un llamado a “rodear e irle cerrando el paso al capitalismo que ahora quiere rodear al mundo con su dinero”.

Abarrotando por completo el auditorio principal de la Universidad de la Tierra-Cideci y otros tres salones con circuito cerrado, hoy llegaron aquí más de 3 mil personas. Como observaron diversos asistentes, el ambiente era entusiasta. Una rabia alegre, por así decir.

“Estamos aquí para conocer las distintas rabias que tenemos los que sufrimos en cada países, en cada ciudades, los lugares donde cada uno trabaja en fábricas, escuelas, tierra comunal, ejidos, colonias”, expresó Moisés, responsable zapatista de la otra campaña internacional (o Intergaláctica).

Reunidos para conocer “las distintas formas de rabia en contra del capitalismo neoliberal”, además de los invitados que hablarán o lo han hecho ya en el festival, participan 228 colectivos y organizaciones de 22 entidades federativas, y otros 57 grupos de 25 países.

El mando militar zapatista apuntó: “Digna ha de ser la rabia, porque, si no es así, nos vendemos, rendimos y claudicamos. Por eso es importante escucharnos, conocernos. No estamos aquí para saber quién nos va a dirigir en el nuevo mundo que queremos, sino que entre todos vamos a ir hacia el cambio que queremos y lo que cada quien irá haciendo para cambiar lo que ya no sirve al pueblo pobre”.

Esta reunión no es “para demostrarnos quién es el más revolucionario”, continuó Moisés. “Ustedes nos han demostrado que su lucha sigue y sigue y seguirá, y están para recibir las cantidades de experiencias estos días” aquí.

La delegación rebelde presente en la mesa, junto con representantes de movimientos sociales del México de este y el otro lado, América del Sur y Europa, estuvo conformada por las comandantas Miriam, Hortencia y Florencia. Pero como “por parte del EZLN siempre es recordada la compañera comandanta Ramona, está presente a nombre de la comandanta Susana”, expresó Moisés.

Además, los comandantes David, Zebedeo, Tacho y Guillermo, la capitana insurgente Elena, la “compañera” Everilda, las niñas Toñita y Lupita y, en el extremo de la mesa, el subcomandante insurgente Marcos, a quien tanto echaron de menos las agencias de noticias en Oventic la última noche de 2008.

A estos participantes se suman 90 grupos musicales, teatrales, de danza, titiriteros, cuentacuentos y de poesía. En la primera etapa del festival, realizada en la ciudad de México, se contó con una audiencia “flotante” de al menos 2 mil 500 personas cada día, dijo también Moisés. En San Cristóbal de las Casas el público parece más numeroso, y menos flotante.

A lo largo del día tomaron la palabra representantes de la Unión Nacional de Organizaciones Políticas de Izquierda Independientes (UNOPII) y la Unión Nacional de Organizaciones Sociales (Unios). Justicia para el Barrio, mediante un documental, presentó la experiencia de los “doblemente desplazados”: en México, y luego en Estados Unidos.

El Comité de Solidaridad con los Pueblos de Chiapas en Lucha, de París, recordó con emoción a los dos notables hombres de doble A y honda huella en el zapatismo de Chiapas: Amado Avendaño y Andrés Aubry.

Hugo Blanco, legendario dirigente de la Confederación Campesina de Perú, aseguró que “todos los pueblos brotados de Abya Yala (la América profunda) estamos hermanados, y ya no sólo por una vida justa, sino para la salvación del género humano”.

También participaron los trabajadores desocupados de Argentina, Ya Basta de Italia y la Central General de Trabajadores del Estado Español. La revista Alana, de Grecia, se refirió a la actual explosión social en más de 50 ciudades de su país contra “los símbolos de la riqueza y la fuerza de la policía”.


Sábado, 03 de Enero de 2009 15:22 La Jornada

Hermann Bellinhausen (Enviado)

CRÍTICA A LA VIOLENCIA

Crítica a la violencia

No fue un ataque. No fue un castigo. Israel entró en guerra con la Franja de Gaza, una guerra encontró a su rival, Hamas, solo y aislado. Hasta ahora las cifras hablan de una guerra sangrienta y de un aplastante triunfo israelí. Más de cuatrocientos cuarenta palestinos muertos, incluyendo cerca de 180 civiles, en los últimos siete días. Cuatro civiles y cuatro soldados israelíes muertos en el mismo período. La distancia entre las fatalidades de un lado y del otro crece todos los días. Ayer empezó la invasión terrestre.

Más allá del resultado de la guerra, que a esta altura parece cantado, ante las imágenes de muerte y destrucción que llegan desde la franja, uno no puede eludir la pregunta: ¿hicieron falta tantas muertes?

A juzgar por la respuesta de los líderes de los tres mundos, pareciera que sí. Cada cual reaccionó a su manera. Casi todos se mostraron razonablemente preocupados. Pero casi ninguno hizo algo útil para frenar la masacre.

Eso sí: Naciones Unidas pidió un alto el fuego como es de rigor en cada guerra. Sarkozy entró y salió con la liviandad de un fantasma, portando la propuesta de tregua con la que Europa se dio por cumplida. Una Europa que pareció despertar este fin de semana con algunas protestas en sus capitales, pero cuyo símbolo más elocuente en este tema sigue siendo el perfil nulo de su delegado especial para Medio Oriente, Tony Blair.

En la Casa Blanca Bush dio un último hurra, pero el bajo perfil que las circunstancias le demandan lo obligaron a delegar ese mensaje en su secretaria de Estado. Condi Rice mostró preocupación por las víctimas civiles, como corresponde, responsabilizó a Hamas por las víctimas y aprovechó para dar la señal de luz verde a la inminente ofensiva terrestre. India y China escucharon las noticias y cambiaron de canal. Desde América latina apenas se oyó la tibia protesta de Lula en respuesta a los reclamos de la numerosa colectividad árabe que vive en Brasil, y la esperable denuncia de Hugo Chávez, un viejo crítico de Israel.

En Siria, donde Hamas tiene su gobierno en el exilio, la reacción se limitó a un gesto diplomático. En un comunicado, Damasco anunció que se retiraba, por causas de público conocimiento, de la mesa de negociaciones cara a cara que venía manteniendo con Israel en Turquía. El acuerdo de paz en el que venían trabajando, que incluye la devolución del territorio ocupado de Golán, tendrá que esperar un mejor momento. Egipto, la gran potencia sunnita que limita con la franja, dio su aprobación por adelantado en una reunión hace diez días en El Cairo entre el presidente de ese país y la canciller israelí, de la cual Murabak salió diciendo, casi como una formalidad, que Egipto exige respeto por la población civil palestina.

Los otros países sunitas hace años que libraron a Hamas a su suerte. Esto incluye a sus inspiradores y financistas originarios, la familia real saudita, y al reino de Jordania, un firme aliado de Occidente que limita con Cisjordania, el otro territorio palestino.

En Cisjordania, precisamente, gobierna el partido Al Fatah del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. En estos días Al Fatah se hace rogar ante los desesperados llamados a la unidad que le hacen los pocos dirigentes de Hamas que quedan vivos y libres. Todos los ataques previos de Israel a los territorios ocupados habían producido la unidad instantánea de las facciones palestinas. Esta vez no fue así. Cuando empezó el ataque israelí, Al Fatah estaba al borde de la guerra civil con Hamas. Abbas, en tanto, fue protagonista del acuerdo de Annapolis de noviembre del 2007 para firmar una paz en Cisjordania, acuerdo negociado con Estados Unidos e Israel, y ahora espera la llegada al poder de Barack Obama para darles nuevo impulso a las negociaciones.

Desde el Líbano, el movimiento Hezbolá llamó a una intifada y denunció por genocida la ofensiva israelí. Nada. En el 2006, durante el último ataque masivo de Israel contra la franja, Hezbolá había abierto un segundo frente al atacar un puesto fronterizo y lanzar una andanada de misiles contra las ciudades de norte israelí, lo cual dio origen a la llamada Segunda Guerra del Líbano. Pero aquel mismo movimiento chiíta que salió a tenderle una mano solidaria a Hamas hace dos años y medio, esta semana no disparó al otro lado de la frontera ni una cañita voladora.

El éxito israelí en la fase inicial de esta guerra de Gaza ha provocado una relectura de la guerra del Líbano, que hasta hace poco la opinión pública israelí daba por perdida. Ahora los medios de ese país señalan que más allá de la propaganda –y del precio político que debió pagar el premier saliente Ehud Olmert– en esa guerra contra Hezbolá se había cumplido el objetivo militar de acallar el hostigamiento desde el sur libanés.

Y así llegamos a la guerra entre Israel y la Franja de Gaza. La lanzó el gobierno israelí, con el apoyo masivo de su población, sin que mediaran circunstancias novedosas que hicieran escalar el conflicto de manera significativa, más allá de algún aumento en cohetería para renegociar una tregua que no venía favoreciendo a los palestinos, en un momento oportuno para los políticos del gobierno israelí, que corrían con desventaja, a un mes y monedas de las elecciones, contra un candidato de mano dura del derechista partido Likud, Benjamin Netanyahu, que prometía derrocar al gobierno de Hamas en la franja, y hacerlo rápido, mediante una invasión militar.

El gobierno israelí dice que tomó la decisión de empezar la guerra para frenar el lanzamiento de cohetes caseros desde la frontera de la franja. Hasta esta semana, los proyectiles lanzados por militantes de Hamas y sus aliados habían causado la muerte a siete israelíes e innumerables heridos, destrozos y sustos, a lo largo de los últimos siete años.

Para los habitantes de la franja fueron siete años de opresión. En enero del 2006 los palestinos eligieron al movimiento Hamas para ocupar la mayoría parlamentaria de la Autoridad Palestina en elecciones que fueron declaradas justas y limpias por todas las organizaciones internacionales. Desde entonces, Hamas gobierna sobre el millón y medio de palestinos que habita la franja, en su mayoría refugiados.

En respuesta a la elección de Hamas, desde el 2007 Tel Aviv somete a la franja a un bloqueo casi total, que ha derivado en una crisis humanitaria.

Otra vez, ¿hacían falta tantos muertos? El argumento que recorrió el encendido discurso de la canciller israelí, Tipzi Livni, para justificar las fatalidades, se ajusta a la Teoría de Guerra Justa. La misma teoría en la que se amparan las potencias occidentales para fundamentar sus acciones bélicas desde los tiempos de Cicerón.

Israel ejerció su derecho a no seguir sufriendo ataques terroristas, dijo Livni. Israel agotó todas las instancias previas sin obtener el resultado deseado.

Sin embargo, bajo la Teoría de Guerra Justa la decisión del gobierno israelí de ir a la guerra podrá ser defendible, pero los medios utilizados no tanto.

Según una carta pastoral de la Iglesia Católica estadounidense de 1983, que resume la corriente doctrinaria, dentro del criterio “jus in bello” que debería regir la conducta en guerra, existe el llamado principio de la proporcionalidad.

“La fuerza debe ser proporcional al mal recibido, y al posible bien que pueda suscitar. Cuanto más desproporcionado es el número de muertes civiles colaterales, más sospechosa será la sinceridad del reclamo de la nación beligerante sobre la justicia de la guerra que pelea”, señala el documento.

Es cierto que en cualquier guerra, invasión o bombardeo algunas muertes civiles parecen estadísticamente inevitables. También lo es que la relación entre civiles y militantes muertos en este conflicto armado no es muy distinta a la de los demás. Y también es cierto que Hamas ya había violado el criterio de “jus in bello” al disparar sus cohetes contra la población civil. Pero nada de eso alcanza para justificar la brutalidad de la respuesta israelí.

A la Teoría de Guerra Justa se opone el artículo “Para una crítica de la violencia”, escrito por filósofo neomarxista judeo-alemán Walter Benjamin. “Toda violencia es, como medio, poder que funda o conserva derechos”, sostiene el texto. Para el caso que nos ocupa, por un lado estaría el derecho a no ser atacado, por el otro el derecho a no ser oprimido.

Para el filósofo de la afamada Escuela de Frankfurt existe una alternativa a las soluciones violentas. Esa alternativa, sin embargo, no puede provenir del Estado, ya que el Estado, para imponer sus derechos, necesariamente debe recurrir a alguna modalidad de violencia, más o menos explícita.

“A los medios legales e ilegales de toda índole, que son siempre todos violentos, es lícito por lo tanto oponer, como puros, los medios no violentos. Delicadeza, simpatía, amor a la paz, confianza y todo lo que aún se podría añadir constituyen su fundamento subjetivo. Pero su manifestación objetiva se halla determinada por la ley que establece que los medios puros no son nunca medios de solución inmediata, sino medios de soluciones mediatas.”

Benjamin murió en 1940 y ya no está para opinar sobre esta guerra, sobre la decisión del gobierno israelí de forzar una solución inmediata para el problema de los cohetes palestinos. Pero es posible imaginarse lo que el filósofo hubiera pensado sobre los medios utilizados. Hubiera pensado que sobran demasiados muertos.

Domingo, 04 de Enero de 2009 10:50 Página 12

Por Santiago O’Donnell
sodonnell@pagina12.com.ar

LA GUERRA QUE PROMETIERON HACE UNA SEMANA

La guerra que prometieron hace una semana

Diez mil hombres y un número no revelado de blindados entraron por el norte después de un intenso bombardeo de artillería. Hamas admite bajas y dice que mató a israelíes. Jerusalén lo niega y habla de “decenas” de milicianos muertos en combate.

La artillería israelí empezó a atacar la ciudad de Gaza apenas cayó el sol y tres horas después, en plena oscuridad y en medio del humo que todavía no se disipaba, entraron los tanques. No hay imágenes de lo que sucede adentro de la Franja. El bloqueo israelí no permitió que ningún periodista extranjero estuviera en Gaza para describir la invasión. Anoche nadie sabía a ciencia cierta cuántos tanques acompañaban a los 10.000 soldados que habían ingresado en la Franja ni hasta dónde habían llegado. El director del principal hospital de Gaza informó que ya hay 20 palestinos muertos y más de 50 heridos en combates cuerpo a cuerpo. El ejército israelí sostuvo que “decenas” de milicianos murieron en combate y por los ataques de la artillería. Alberto Arce, un trabajador humanitario español que colaboraba anoche con la Media Luna Roja en el campo de refugiados de Jabalia, en el norte de la Franja, le dijo a este diario que cuatro soldados israelíes ya habrían muerto. Jerusalén lo niega.

Según relató Arce, los tanques israelíes ingresaron a las 19.30, hora local, por el norte de la Franja, protegidos por decenas de helicópteros. No encontraron resistencia. Después de un día de incesantes bombardeos y ataques, nadie se animaba al aire libre, menos cerca de la frontera. Recién un par de horas después de la invasión, la mayor Avital Leibovitch, vocera del ejército israelí, confirmó la ofensiva. “El objetivo es destruir la infraestructura terrorista de Hamas y su zona de operaciones –explicó y advirtió–. Vamos a ocupar las áreas desde donde lanzan los cohetes.” Ayer 20 cohetes palestinos cayeron sobre la ciudad fronteriza de Negev, sin dejar víctimas.

Desde la clandestinidad y después de sufrir la baja de su segundo dirigente, Hamas sólo pudo lanzar amenazas. “La entrada de Israel en Gaza no será un paseo. Gaza será su cementerio con la ayuda de Dios”, aseguró anoche el vocero de la organización islámica en la Franja, Ismail Radwane. Ante el avance de los tanques, el dirigente descartó una posible tregua. “Ustedes no gozarán de seguridad mientras nuestro pueblo carezca de ella”, prometió.

Unas horas antes, el brazo armado de Hamas, las brigadas Ezzedin Al Kasam, había advertido que si volvían a ocupar Gaza, ellos responderían en donde más les duele a los israelíes, secuestrando a sus soldados. “Si ellos entran, Gilad Shalit tendrá nuevos amigos”, aseguraron en un comunicado. La captura de Shalit en junio de 2006 provocó una ola de ataques contra Gaza, como los que azotan el territorio palestino en estas horas. No obstante, nunca fue liberado y hace casi un año que no se sabe nada de él. A pesar de las advertencias de Hamas, el mayor temor de un millón y medio de palestinos se había hecho realidad. Israel, país ocupante hasta 2005, volvía a invadirlos y, según adelantó el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, en un discurso ayer, la estadía de los militares no será corta. A pocos kilómetros de la frontera norte, en Beit Hanun, Halima Velasco, una joven palestina de 23 años, se desesperaba ante la idea de una nueva ocupación. “Hace una semana que no salgo de mi casa, desde que empezaron los bombardeos de Israel. Vivo en total oscuridad, con hambre y un terror absoluto. Si hubiese sabido que iban a entrar hoy (por ayer) me hubiera animado a salir a buscar algo de comida”, dijo vía telefónica a este diario.

Su mayor miedo es por su hermano de dos años. Su madre se aventuró hace unos días al centro de la ciudad para comprar algo de comida. “Hay una sola tienda abierta y sólo vende una mezcla de sobras. No es comida de verdad”, contó. Halima no sabe si los soldados israelíes entraron a su ciudad o si están cerca. No se anima ni a abrir una ventana, menos cuando afuera está todo oscuro. “Lo único que sé es que está mañana la casa se sacudió durante horas por todas las bombas que cayeron cerca de acá.” Cerca de allí, en el campo de refugiados de Jabalia, cientos de hombres partían anoche hacia la frontera con Israel, a unos siete kilómetros. “No bien entraron los tanques, Hamas empezó a llamar a todos los hombres a agarrar sus armas y marchar hacia la frontera”, relató a Página/12 Jamal Zaqut, unos de los empleados públicos que manejan el campo. Desde megáfonos les decían, explicó, que si no detenían a los soldados israelíes en la frontera, en unos días los tendrían adentro del campo.

“Es difícil no creerles cuando hace una semana que Israel está bombardeando casas, mezquitas y escuelas”, aseguró el palestino de 32 años. Sin embargo, él decidió no ir. “Alguien tiene que quedarse para seguir repartiendo el pan y llevar a los heridos al hospital”, se excusó.

El campo de Jabalia fue uno de los de los más golpeados ayer. Desde temprano a la mañana, los cazas F-16 bombardearon el centro del gigantesco barrio sobrepoblado y desde la costa, a menos de un kilómetro, la Marina israelí apoyó la ofensiva con misiles. Uno de los objetivos más importantes fue la mezquita Ibrahim al Maqadna, que quedó casi destruida. La situación fue dramática, recordó Zaqut. Era la hora de la oración y el templo estaba lleno. La gente salió corriendo desesperada cuando cayó la primera bomba, pero no todos se salvaron. Los trabajadores de la Media Luna Roja y los vecinos tardaron horas en recuperar los cuerpos de abajo de los escombros. Recién a la noche, las autoridades de Sanidad informaron que 16 personas habían muerto en el ataque.

Vittorio Arrigoni, del diario italiano Il Manifesto, estaba al lado de la mezquita cuando comenzaron los bombardeos. Se encontraba visitando el hospital de la Media Luna Roja en el campo de refugiados. “Dos bombas cayeron al lado del hospital. Los vidrios de la fachada volaron en pedazos. Las ambulancias no fueron destruidas de casualidad. Con el correr de la noche, los ataques se hacen más fuertes”, relató el periodista.

Al salir de allí, vio la mezquita envuelta en una gran nube de humo y polvo. En la calle se encontró con una anciana. “Me preguntó si Israel piensa que está en el medioevo y no en el año 2009. Entonces, dijo irritada, por qué continúa bombardeando con precisión las mezquitas, como si se hubiese concentrado en una guerra santa personal contra los lugares santos del Islam en Gaza”, escribió Arrigoni.

En total, fuentes médicas palestinas estiman que al menos 30 personas murieron antes del inicio de la invasión terrestre, lo que eleva el saldo de muertos a 650 y más de 2300 heridos.

Domingo, 04 de Enero de 2009 10:47 Página 12

Por María Laura Carpineta