sábado, 20 de febrero de 2010

Denuncia pública de persecución a estudiantes en Cali


Mi nombre por ahora no importa, puesto que podría llamarme como usted que está leyendo, como su hermano o hermana, como su novio o novia o como alguien cercano a usted. Soy estudiante universitario, ciudadano e hijo de este pueblo, una persona que cree en la construcción de un país más justo, un país donde la salud no se convierta en un lujo que únicamente puedan darse los ricos, un país donde no se castigue la diferencia de pensamientos, un país donde exista verdaderamente la justicia social y un país cuyo desarrollo depende en gran parte del compromiso que nosotros, estudiantes universitarios de diversas aéreas del saber, asumamos con aquel pueblo colombiano al cual pertenecemos y amamos.

Bajo estos ideales el día de hoy, sábado 6 de febrero de 2010, como una forma de manifestar mi inconformismo contra los decretos de emergencia social, que fueron firmados por el presidente Álvaro Uribe a raíz de la crisis financiera en el sistema de salud pública, y ejercer mi derecho a la libre expresión, decidí salir a marchar en mi ciudad –CALI-. Cuando la marcha arribó al CAM –punto de llegada-, salí a hacer una llamada telefónica, cuando de repente me pusieron un arma y una voz, que sonaba un poco costeña por cierto, me dijo que no lo volteara a mirar. Y me subieron a un carro azul con vidrios polarizados, en cuyo interior se encontraban tres individuos, con pasa montañas, camisas largas y de color negro, con guantes negros, pantalón jean. El carro se puso en marcha y me tuvieron retenido durante aproximadamente 15 ó 20 minutos, los cuales a mi me parecieron 2 horas.

Durante ese tiempo pensé que me iban a secuestrar, robar o matar, pero lo que sucedió fue que el señor secuestrador me mostró una cámara Sony de color negro y me enseñó algunas fotos que habían sido tomadas en el desarrollo de la marcha. En aquellas fotos aparecían algunos de mis compañeros que, al igual que yo, estábamos en la marcha. Mientras me las enseñaba y yo trataba de reponerme del susto, el secuestrador me decía que nos tenían identificados y que donde siguiéramos haciendo manifestaciones, nos iba a ir mal.

Como si fuera poco me escudriñaron el maletín, me sacaron el carnet de la Universidad y la cédula, les tomaron fotos y, creo -yo supongo- que para cerciorarse de que el de las fotos de los documentos de identidad y yo fuéramos los mismos, me fotografiaron a mi también –no creían tanta belleza me imagino yo-. Luego que me regresaron los documentos y gracias al infinito amor de Dios conmigo, me dejaron ir, algo lejos del sitio del cual me introdujeron al carro. Es de resaltar que durante el desarrollo de la marcha agentes del cuerpo policial tomaban fotos a las personas que participaban de ella –me pregunto para qué serían esas fotos. ¿Acaso para el periódico institucional? Sería interesante que nos dijeran el fin de éstas ¿no creen?

Posteriormente me dirigí a la oficina de la Fiscalía a poner el denuncio, ya sea por secuestro o por constreñimiento ilegal, en la sede que se haya ubicada en Santa Anita y se supone que es algo así como una “unidad de reacción inmediata”. Sin embargo, cuando llegué donde el señor fiscal, primero me tocó comentarle que en la ciudad donde él habita se realizó una marcha y que en el transcurso de ésta me secuestraron prácticamente. Cuando le describí la forma en que me subieron al carro, me dijo: pare un momento. Y me pregunta que si soy de la Valle y saben qué… Pues si, soy estudiante de salud de la Universidad del Valle, soy estudiante de fonoaudiología y me siento orgulloso de serlo y me sentiré orgulloso hasta la muerte y más allá…

Cuando le respondí que sí, miró a su compañero como diciéndole: otro más que viene a inventar. E inmediatamente me dijo que esa denuncia no hace parte del POS, ¿que digo?, de su jurisdicción, que la única alternativa es ir al Gaula a poner el denuncio. Yo me pregunto: ¿Es esta la mejor opción? ¿Es buena idea que la oveja visite el lobo? En fin… Cuando le pregunté al Doctor fiscal que sí era posible que nos dieran un certificado –yo estaba con un compañero que hace parte de una ONG de derechos humanos- dijo que no se podía y que dejemos de hacer prejuicios. Yo pregunto quién hizo prejuicio ¿él cuando le dije que era de UNIVALLE y lo que hizo fue sacarme de taquito –cuando se podía tratar el caso allá- o nosotros por pedir una constancia que es aprobado legalmente?

Finalmente quiero traer a colación una parte de la canción de Silvio Rodríguez titulada el Necio que dice: “… Dicen que me arrastraran por sobre rocas, cuando la revolución se venga a bajo, que machacarán mis manos y mi boca, que me arrancarán los ojos y el bandajo. Será que la necedad parió conmigo, la necedad de lo que hoy resulta necio, la necedad de asumir al enemigo, la necedad de vivir sin tener precio. Yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui, allá Dios, que será divino… yo me muero como viví”

Sumado a ello quiero decirles a los señores que me retuvieron que si querían apaciguar mi voz, pues no lo lograron, por el contrario, la intensificaron para denunciar lo sucedido para que no le suceda a otro ciudadano, líder o representante estudiantil que se piensa un mejor país. Por ello quiero invitarlos a seguir informándonos asertivamente, seguir movilizándonos, a seguir luchando por un país más justo y a no quedarnos callados, a no quedarnos callados como dicen en UNIVALLE -hasta siempre y hasta la victoria- y para que esta denuncia no quede en el anonimato y sin responsable como suele quedarlo la mayoría de las cosas en el país del sagrado corazón de Jesús, esta denuncia la hago yo… Juan Pablo V. Estudiante de Fonoaudiología de la Universidad del Valle.

Por: Periferia
Tomado de: Periferia