miércoles, 21 de mayo de 2008

UN PAÍS RARO

Un mundo raro

Por
Hernando Gómez Buendía

Son tres hechos gravísimos. El Congreso se está desintegrando porque los congresistas están siendo llevados a la cárcel. El Presidente de la República y el de la Corte Suprema se acusan mutuamente de cometer delitos. Y la reforma que sirvió de base para elegir al Primer Mandatario está viciada porque el gobierno compró los votos decisivos.

Estos tres hechos en cualquier país serían el colapso del sistema político. La gente inundaría las calles, el Congreso -o la Corte- estarían a punto de cerrarse y habría una pelea de terremoto por anular la elección del Presidente.

Y sin embargo aquí no pasa nada. La gente está en su casa y está además contenta, el Congreso y la Corte siguen en funciones, y a nadie se le ocurre mentar siquiera el vicio en la (re)elección del señor Presidente.

Es porque los colombianos -o el 82 por ciento de los colombianos- creen rabiosamente en Álvaro Uribe. Creen que es el mejor Presidente de la historia, el más dedicado y el que más ha hecho. Es más: los colombianos no creen sino en Álvaro Uribe. Y por eso, cuando se enteran de esos escándalos políticos, su reacción es aferrarse a la única imagen que veneran.

Los extranjeros, que no están hechizados, notan de bulto el hecho de que Uribe está en el corazón de la crisis. Notan que de los 62 congresistas encarcelados o investigados, 57 son uribistas con puestos en el gobierno. Notan que el cruce de denuncias con el ex presidente de la Corte Suprema se deriva del caso Mario Uribe. Y notan que los votos de Yidis y Teodolindo no decidieron la reelección del Presidente in genere sino la reelección de Álvaro Uribe.

Pero los colombianos -el 82 por ciento de los colombianos- no quieren ver que al Presidente lo salpique ni una gota de escándalo. Freud no diría 'no quieren' sino 'no pueden', y añadiría algún párrafo difícil sobre los mecanismos de defensa y el Ego.

Yo de Freud no sé mucho, pero sé que el psiquiatra de Palacio fue quien halló el mejor mecanismo de defensa para el 82 por ciento de los egos: Álvaro Uribe no tiene nada que ver con el uribismo. Esos 83 senadores y 147 representantes que hicieron campaña por él, los que aprobaron su reelección y han adoptado sus proyectos de ley, en realidad no han hecho más que abusar de su buena fe, sin importarles enturbiar su nombre. La solución es disolver los partidos uribistas, en un ritual de purificación digno de Freud.

No me detengo en otras soluciones que van por ese lado o que pretenden salir de la crisis agrandando a Uribe, como la idea del referendo para volver a elegirlo de una vez, o como el plan de la senadora Ramírez para que él encabece la 'cruzada moral' contra? sus partidarios. Es para Sigmund Freud vivito y coleando.

Y es porque ésta, digamos 'disociación neurótica', es contagiosa y está afectando hasta a la misma oposición. Atropellados por esos tres hechos gravísimos, los voceros del Polo y algunos liberales han dado en la ilusión de que la mayoría está con ellos y que el apoyo a Uribe no es real. Por eso sus propuestas para salir de la crisis consisten en cerrar al Congreso y convocar a nuevas elecciones, en que se elija una Constituyente que limpie la política, o en reelegir Presidente y Congreso. Como si el 82 por ciento de los votos no fueran para Uribe, o como si en todos los pueblos y los barrios la gente no fuera a votar por los mismos y las mismas o sus clones. Samper, como siempre, es el más cínico. Propone que pasemos al régimen parlamentario, de manera que sean esos mismos y mismas y sus clones los que escojan al Jefe de Gobierno.

En este manicomio la crisis verdadera consiste en que no hay crisis. Hay tres hechos gravísimos pero a nadie le importan. Y porque no le importan no van a disolverse los partidos, ni habrá Constituyente, ni habrá en efecto salida de la crisis. Sólo el paso del tiempo.

Y es porque para salir en serio de la crisis habría que salir de quien está en el corazón de la crisis. Es lo que Mockus ha tenido el coraje de pedir. Pero el coraje de Antanas me recuerda la frase de Voltaire: 'No hay nada tan peligroso como tener razón en el manicomio'.


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