domingo, 11 de enero de 2009

TODAS LAS FUENTES DEL PODER SON CRIMINALES

TODAS LAS FUENTES DEL PODER SON CRIMINALES
Eduardo José Alvarado Isunza

ealvaradois@yahoo.com
No debatiremos aquí si el poder es una cosa o una relación, aunque admitimos eso como una cuestión importante para la sociología. Para Foucault el poder es una relación, a diferencia del saber. Para otros en cambio el poder es una cosa porque puede tenerse.

Aquí sólo nos ocuparemos de establecer cómo todas las fuentes del poder son criminales. Hay que tener preciso esto porque muchas personas concentran su vida en la obtención del poder o en establecer relaciones de poder con otras.

Por siglos, la humanidad ha sido arrastrada por proyectos y actos de poder. Incluidos en ello muchos marxistas, cuyo quehacer debería dirigirse a la construcción de una voluntad universal a favor de un orden diametralmente distinto a lo que hemos sido.

“Debemos buscar el poder y así impondremos nuestra hegemonía a los demás”, esta parece la síntesis de la acción política de muchos grupos y personas. O esta todavía más cínica: “Adquiere poder y obtendrás cuanto quieras”.

En esta que en otros escritos me he referido como una “lógica de manicomio”, se da por aceptado cómo cuantas personas integramos el grupo humano deberíamos buscar el poder y ejercerlo; en tanto, si no lo hacemos, otros lo harán.

A donde nos han llevado estos actos esquizofrénicos es a la destrucción de todas las relaciones y experiencias humanas, incluso al extremo de poner a la vida entera del planeta en situación de apocalipsis.

Como el poder o la relación de poder otorga prestigio, fortunas, impunidad, gozo perverso y hasta supuestas facultades eróticas, muy pocas personas se le resisten. Parecería como si casi toda la humanidad lo buscase, como hacen las luciérnagas con la luz.

Hay que decir a todas esas personas que las fuentes del poder son criminales, a fin de advertirles de las acciones que deberían consumar para obtenerlo o ejercerlo. No creo que exista dato histórico o empírico capaz de negar esta afirmación.

Para adquirir poder debe uno prostituirse, traicionar, asesinar, delinquir, carecer de principios, pisotear a otros, degradarse como persona, permitir ser tratado como bulto, incluso aceptar convertirse en objeto de satisfacción sexual de quien tiene el poder.

Y después viene el ejercicio del poder. Si como dice Foucault: el poder es una relación y no una cosa, entonces –como dicen con signos de enfermedad psiquiátrica– el poder debe ejercerse. Parecería luego que si el poder no se ejerce, no se tiene.

Eso lleva a quien tiene el poder a actuar casi como psicópata. Envenenada su razón por aquella receta del ejercicio del poder, quien lo tiene es capaz de cometer los actos más depravados, desde el homicidio de personas, violación de cuerpos y corrupción.

Por eso, todas las personas en su sano juicio deberían deslindarse de la búsqueda del poder o de su ejercicio. Cuando uno escucha a alguien decir: “mi vocación es el poder”, se está cierto de que frente hay un paranoico.

Esa persona busca desesperadamente el poder no para guardarlo en un baúl o coleccionarlo. Quiere ejercerlo, cosa que sólo significa tratar de someter a otras personas a su ejercicio. No sólo es tratar de vivir como parásito a expensas de la riqueza social.

Dicho enfermo psiquiátrico busca ser reconocido cada segundo de su miserable existencia como si fuese el mayor producto genético de la raza humana. No vive cómodo en la medianía de la existencia. Busca ser halagado, lisonjeado, cortejado, señalado.

Quizás esta perspectiva de estudio sobre el poder y su relación deba ser también objeto del psicoanálisis. Desconozco si exista una teoría psicoanalítica que nos permita saber si quien busca el poder haya sufrido de una dolorosa castración en su infancia.

Sería interesante saberlo, porque de ser así se enriquecería nuestro juicio de que quien busca el poder es un psicótico de quien todas las personas deberíamos prevenirnos, porque buscará someternos a los demás a una relación depravada.

Creo que la humanidad debería renunciar a la búsqueda del poder y a su relación. Ello llevaría a una vida emocional saludable de la persona individual y del colectivo humano. De verdad no tiene caso buscar el poder. En todo caso debería buscarse el saber.

Otra vez diremos con Foucault, no es necesario someter al saber de uno a otra persona, porque cuando así sucede entonces también estamos ante una relación de poder. Hay que decirlo porque hay la creencia de que el saber también lleva a esta relación.

Si el saber no es una relación epistémica (entre un sujeto cognoscente y un objeto cognoscible) entonces simplemente no es saber. Será en todo caso código o clave impuesta por acto de fuerza o de poder. Pero no será saber.

Por eso en nuestras escuelas no hay saber, sino actos de fuerza a través de los cuales busca imprimirse una determinada huella némica, a partir de la cual el sujeto victimado o violentado proceda en la vida conforme a la prescripción de quien tiene o ejerce el poder.

Precisamente en las escuelas existen actos criminales de poder. Cada segundo son ejercidos implacable y salvajemente por quienes han recibido el poder en contra de quienes acuden como obedientes corderos a su relación.

Todo el espacio social está cuadriculado por esta relación de poder. Si no fuese así sencillamente esta civilización de la barbarie ya se hubiese desmoronado. Por eso es importante luchar contra el poder, pero no con otro poder, sino con el saber.

Confesaré que esto no lo tenía bien claro hasta hace todavía poco. Y no porque buscara el poder, como en forma esquizofrénica lo deseaba en mis años de juventud (pues parece que a quienes más victimiza la cultura del poder es precisamente a los jóvenes).

Más bien creía, como lo creía toda la generación marxista forjada por la criminal era del estalinismo, que el proletariado debería buscar el poder a fin de destroncar toda la civilización de la también criminal burguesía y erigir un nuevo horizonte humano.

Esta búsqueda del poder sólo llevó a muchas personas y a muchos proyectos a criminalizarse, porque está claro que las fuentes del poder son criminales. A esta estrategia de la búsqueda del poder debe oponerse la estrategia de la renuncia del poder.

Si todas las personas a un mismo tiempo y en todos los sitios en donde nos encontráramos renunciáramos a la relación del poder o a la búsqueda del poder, en ese mismo instante toda esta civilización de la barbarie se demolería con un soplido.

Pero está claro que no hay suficientes voluntades para que eso suceda y por ello el sistema encuentra sostenes hasta en el más imperceptible intersticio social, porque a todas las personas nos educa en el deseo del poder.

De ahí que los esfuerzos de cuantas personas buscan crear una condición diametralmente distinta de existencia humana, deban concentrarse en una educación de renuncia a la búsqueda del poder o a la relación del poder.

Debemos hacer ver por todas partes que las fuentes del poder son criminales y su relación es psicótica. Viviríamos más felices y gozaríamos cada instante de nuestra existencia si en lugar de buscar el poder, buscáramos el saber.

Y desde luego también, si en vez de buscar ejercer un determinado poder sobre los cuerpos y las existencias de otras personas y grupos humanos, renunciamos a él. Es decir, debemos vivir una filosofía de renuncia total a la búsqueda y al ejercicio del poder.



San Luis Potosí, S.L.P., a 9 de enero de 2009.

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