jueves, 19 de febrero de 2009

Anarquismo social o Anarquismo estetico

Fragmentos del libro Anarquismo Social o Anarquismo estético: un abismo intrascendente, de Murray Bookchin.

AUTONOMÍA INDIVIDUAL Y LIBERTAD SOCIAL

Durante aproximadamente dos siglos, el anarquismo – un cuerpo extremadamente ecuménico de ideas antiautoritarias – se desarrolló en la tensión entre dos tendencias básicamente contradictorias: un compromiso personal con la autonomía individual y un compromiso colectivo con la libertad social. Esas tendencias nunca se armonizaron en la historia del pensamiento libertario. De hecho, para muchos hombres del siglo pasado, ellas simplemente coexistían dentro del anarquismo como una creencia minimalista de oposición al Estado, en vez de una creencia maximalista que articulara el tipo de nueva sociedad que tenía que ser creada en su lugar.(...)

ANARCOINDIVIDUALISMO

Con la emergencia del anarcosindicalismo y del comunismo libertario a finales del siglo XIX e inicios del XX, la necesidad de resolver la tensión entre las tendencias individualista y colectivista se hizo esencialmente obsoleta. El anarcoindividualismo fue, en gran medida, quedando marginado por los movimientos obreros socialistas de masa, de los cuáles muchos anarquistas se consideraban la izquierda. En una época de violentas revueltas sociales, marcada por el surgimiento de un movimiento de masas de la clase trabajadora que tuvo su auge en los años 30 y en la Revolución Española, los anarcosindicalistas y anarcocomunistas, no menos que los marxistas, consideraban el anarcoindividualismo un exotismo de pequeñoburgués. Ellos normalmente lo atacaban, de manera bastante directa, acusándolo de ser un capricho de clase media, ubicandolo mucho más en el liberalismo que en el anarquismo.(...)

Raramente los anarcoindividualistas ejercieron influencia sobre el nacimiento de la clase obrera. Ellos expresaban su oposición de forma personal y peculiar, especialmente en panfletos inflamados, comportamientos abusivos, y estilos de vida extravagantes en los guetos culturales de fin de siglo de Nueva York, París y Londres. Como una creencia, el anarquismo individualista permaneció, en gran medida, como un estilo de vida bohemio, más evidente en sus reivindicaciones de libertad sexual (“amor libre”) y en la fascinación por las innovaciones en el arte, en el comportamiento y en las vestimentas.(...)

En los tradicionalmente individualistas y liberales Estados Unidos e Inglaterra, los años 1990 están rebosando de los auto-denominados anarquistas que – descontando la retórica radical exibicionista – vienen cultivando un anarcoindividualismo moderno que denominanare anarquismo estético (o anarquismo como estilo de vida). Sus preocupaciones por el ego, su unicidad y sus conceptos polimorfos de resistencia vienen constantemente desgastando el carácter socialista de la tradición libertaria.(...)

ANARQUISMO ESTÉTICO

En un sentido bastante concreto, ellos [los anarquistas estéticos] ya no son socialistas – defensores de una sociedad libertaria orientada de una forma común – y se abstienen de cualquier compromiso con un enfrentamiento social organizado y programaticamente coherente contra el orden existente.(...)

Aventurismo ad hoc, ostentación personal, una aversión a la teoría extrañamente similar a la de tendencias anti-racionales del post-modernismo, celebraciones de incoherencia teórica (pluralismo), un compromiso básicamente apolítico y antiorganizacional con la imaginación, el antojo, el éxtasis y un encantamiento de la vida cotidiana intensamente vuelto para sí aún reflejan el precio que la reacción social cobró al anarquismo euro-americano en las últimas dos décadas.(...)

El ego – más precisamente su encarnación en varios estilos de vida – se combierte en una idea fija para muchos anarquistas post-1960, que están perdiendo contacto con la necesidad de una oposición organizada, colectiva y programada al orden social existente. “Protestas” sin firmeza, bromas y acciones sin objetivo, la afirmación de los propios antojos, y una “recolonización” muy personal de la vida cotidiana, son paralelos a los estilos de vida psicoterapeúticos, new age, auto-suficientes del baby boom tedisos y miembros de la Generación X.(...)

El anarquismo estético, así como el individualista, aporta un desdén hacia la teoría, de ascendencias místicas y primitivistas generalmente muy vagas, intuitivas, e incluso anti-racionales, analizadas fríamente.(...)

Su línea ideológica es básicamente liberal, fundamentada en el mito del individuo completamente autónomo cuyas reivindicaciones de la propia soberanía valen como axiomas de “derechos naturales”, “valores intrínsecos”, o, en un nivel más sofisticado, de el yo trascendental kantiano productor de toda realidad cognoscible. Esas tradicionales visiones vienen en el consonancia del “yo” o en el único (ego) de Max Stirner, que tiene en común con el existencialismo la tendencia a absorber toda la realidad en sí mismo, como si el universo girara en torno a las elecciones del individuo autosuficiente.(...)

Al negar las instituciones y la democracia, el anarquismo estético se aísla de la realidad social para que así poder esfumarse con una fútil rabia aún mayor, continuando, por medio de eso, siendo una travesura subcultural para ingenuos jóvenes y tediosos consumidores de ropas negras y posters excitantes.(...)

El poder, que siempre existirá, pertenecerá al colectivo, en una democracia cara a cara y claramente institucionalizada, o a los egos de pocos oligarcas que producirán una “tiranía de las organizaciones sin estructura”.(...)

El aislamiento del anarquismo estético y sus fundamentos individualistas deben ser considerados responsables por restringir el desarrollo del ingreso de un potencial del movimiento libertario de izquierda en una esfera pública cada vez más reducida.(...)

La bandera negra, que los revolucionarios defensores del anarquismo social levantaron en las luchas insurrecionales en Ucrania y España, se combierte ahora en un “pareo” de moda, para deleite de chics pequeñoburgueses.(...)

UN TIPO DE ANARQUISMO ESTÉTICO: La Z.T.A.

* DE HAKIN BEY

La Z.T.A. es tan pasajera, tan volátil, tan inefable en contraste con el Estado y la burguesía formidablemente estables que “así que la Z.T.A. es nombrada (...) debe desaparecer, ella va a desaparecer (...) y brotará nuevamente en otro lugar”. A Z.T.A., de hecho, no es una revuelta, pero sí una simulación, una insurrección igualmente vivida en la imaginación de un cerebro juvenil, una retirada segura a la irrealidad. Sin embargo, Bey proclama: “Nosotros la recomendamos [la Z.T.A.], pues ella puede suministrar la calidad de la elevación, sin necesariamente [!] llevar a la violencia y al martirio”. Más precisamente, como un happening de Andy Warhol, la Z.T.A.. es un evento pasajero, un orgasmo momentáneo, una expresión fugaz de "la fuerza de la voluntad" que es, de hecho, una evidente impotencia en su capacidad de dejar cualquier marca en la personalidad, subjetividad o aún en la auto-formación del individuo, y menos aún en modificar actos o la realidad. (...)

La burguesía no tenía nada que temer con esas proclamas estéticas. Con su aversión por las instituciones, organizaciones de masa, su orientación ampliamente subcultural, su decadencia moral, su celebración de la transitoriedad y su rechazo a programas, ese tipo de anarquismo narcisista es socialmente inocuo y, a menudo, meramente una válvula segura para el descontento con la orden social dominante. Con Bey, el anarquismo estético huye de toda militancia social significativa y del firme compromiso con los proyectos duraderos y creativos, cuando se disuelve en las quejas, en el nihilismo post-moderno y en la confusión. En el sentido nietzscheniano de superioridad elitista.

El precio que el anarquismo pagará por permitir que este absurdo sustituya los ideales libertarios de un periodo anterior será enorme. El anarquismo egocéntrico de Bey, con su alejamiento post-modernista en dirección a la "autonomía" individual, a las “experiencias-límite” foucaulianas, y al éxtasis neo-situacionista, amenaza combertir la palabra anarquismo, política y socialmente inocente – en una simple moda para el disfrute de los pequeños burgueses de todas las edades.

ANARQUISMO SOCIAL

[Hasta hoy] los anarquistas no crearon ni un programa coherente, ni una organización revolucionaria para proporcionar una dirección al descontento de la masa que la sociedad contemporánea está creando.(...)

El anarquismo social, a mi modo de ver, es un hecho de una esencia fundamentalmente diferente, heredera de la tradición iluminista, con la debida consideración a sus límites e imperfecciones. Dependiendo de como se define la razón, el anarquismo social celebra la mente humana pensante sin, de forma alguna, negar la pasión, el éxtasis, la imaginación, la diversión y el arte. Pero, en vez de materializarlas en categorías nebulosas, intenta incorporarlas a la vida cotidiana. El anarquismo social está comprometido con la racionalidad, aunque se oponga a la racionalización de la experiencia; con la tecnología, aunque se oponga a la "mega-máquina"; con la institucionalización social, aunque se oponga al sistema de clases y a la jerarquía; con una política genuina, basada en la coordinación confederal de municipalidades o comunas, por el pueblo, con democracia directa cara a cara, aunque se oponga al parlamentarismo y al Estado.

Esa “comuna de comunas”, para utilizar un eslogan tradicional de revoluciones anteriores, puede ser indicada, de manera apropiada, como es el comunalismo. Sin embargo, los contrarios a la democracia como “sistema”, al contrario, describen la dimensión democrática del anarquismo como una administración mayoritaria de la esfera pública. Consecuentemente, el comunalismo recoge la libertad, en vez de la autonomía, en ese sentido que yo he contrapusto. Él rompe categóricamente con el ego bohemio, liberal, psico-personal stirneriano, por ser este un soberano concluido en sí aún, afirmando que la individualidad no emerge de nuevo, adornada en el nacimiento con “derechos naturales”, y ve la individualidad, en gran medida, como el trabajo en constante cambio del desarrollo social e histórico, un proceso de autoformación que no puede ser petrificado por el biologismo ni preso por dogmas limitados temporalmente.(...)

La democracia no es antitética al anarquismo; el criterio de decisión por mayoría y las decisiones no consensuales tampoco son incompatibles con una sociedad libertaria.(...)

El aspecto más creativo del anarquismo tradicional es su compromiso con cuatro principios básicos: una confederación de municipalidades descentralizadas, una firme oposición al estatismo, una creencia en la democracia directa y un proyecto de una sociedad comunista libertaria.(...)

En resumen, el anarquismo social debe afirmar, rotundamente, sus diferencias con el anarquismo estético. Si un movimiento social anarquista no puede traducir sus cuatro principios – confederalismo municipal, oposición al estatismo, democracia directa y, finalmente, el comunismo libertario – en una viva práctica, en una nueva esfera pública; si esos principios se debilitan como sus memorias de luchas pasadas en declaraciones y encuentros cerimoniales; peor aún, si son subvertidos por la Industria del Éxtasis “libertario” y por los teísmos asiáticos quietistas, entonces su centro socialista revolucionario tendrá que ser restablecido bajo un nuevo nombre.

Ciertamente, ya no es posible más, desde mi punto de vista, llamar a alguien anarquista sin añadir un adjetivo calificativo que lo distinga de los anarquistas estéticos. Mínimamente, el anarquismo social está radicalmente en desacuerdo con el anarquismo que se proyecta como un estilo de vida, la invocación neo-situacionista del éxtasis y la soberanía del ego pequeñoburgués que cada vez se contrae más. Los dos divergen completamente en sus principios de definición – socialismo o individualismo. Entre un cuerpo revolucionario comprometido de ideas y práctica, por un lado, y el anhelo vagabundo por el éxtasis y la auto-realización privados de otro, nada puede haber en común. La mera oposición del Estado puede bien unir el lumpen fascista con el lumpen stirneriano, un fenómeno que no está exento de sus precedentes históricos.

PERSPECTIVAS PREOCUPANTES

A menos que esté enormemente equivocado – y espero estarlo – los objetivos sociales y revolucionarios del anarquismo están sufriendo un desgaste de largo alcance hasta el punto en que la palabra anarquía formará parte del elegante vocabulario burgués del siglo XXI – desobediente, rebelde, despreocupado, pero deliciosamente inofensivo.

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