230.000 FIRMAS CONFIRMAN LA CIUDAD BLINDADA
A Medellín la violencia no vuelve, es una de las campañas en contra de la violencia promovida por la alcaldía de Medellín desde mediados del año pasado; esta iniciativa ha pretendido hacer ver a Medellín como la ciudad que ha pasado del miedo a la esperanza como reza otra de las campañas.
Ahora bien, pretender mostrar a partir de estas campañas que la ciudad ha superado el escenario de control armado, de violencia, de grupos paramilitares, de sicariato y mafia que han permeado todas las estructuras de la sociedad, incluso las instituciones del Estado no es fácil.
Lo grave de este asunto, es que las iniciativas de la alcaldía han hecho que las personas que viven y que vienen a Medellín se convenzan de que a Medellín la violencia no vuelve, debido a una ciudad servicios blindada por militares, ejércitos, empresas de vigilancia y la policía.
Lo particular de esto, no es que los extranjeros sientan que el conflicto ha pasado, sino que los mismos habitantes de la ciudad lo crean así, aunque vivan en medio del control armado y padezcan las graves manifestaciones del conflicto social y político en el que ha vivido el país desde su Independencia: las gentes viven en medio de la exclusión social y política, de la miseria, de la escasez, sin ni siquiera tienen acceso a un mínimo vital. Aun así creen que Medellín ha logrado sacar la violencia de las calles pues, la costumbre de los grupos armados no les deja ver la injusticia que estos ayudan a perpetuar, la violencia estructural de una “ciudad blindada” que se ha convertido en un asunto natural-militar, que ha hecho la guerra presente en un hecho del pasado, terminando con las organizaciones y movimientos que se oponen a lo establecido o buscan cambiarlo.
A cambio de ello, los habitantes se enardecen de los parques bibliotecas, así no tengan tiempo de ir a leer, o así no le vean sentido a ello; de grandes construcciones de museos y parques así no tengan con que entrar a ellos porque el costo es muy alto. Los “ciudadanos” viven en el adormecimiento de la conciencia, del embrutecimiento provocado por la imposición en el inconsciente del modelo neoliberal y el consumo; y claro, de las fuertes campañas publicitarias (además de las mencionadas, están entre otras: en Medellín la violencia sin armas es otro cuento y un arma menos es muchas vidas mas), que han logrado que la gente en medio de su tragedia y la guerra crea que vive en una ciudad ejemplar.
Ahora bien, el asunto en esta ocasión -sobre le que quisiéramos hacer algunas apreciaciones- es que esa creencia de una ciudad sin guerra se manifiesta en contradicciones políticas como la que se acaba de protagonizar en los últimos días.
El día primero de abril de este año, la asociación de ediles de la ciudad entregó al comandante Nacional de la Policía y al presidente del Consejo de Medellín, personajes acompañados de funcionarios de la alcaldía, incluso de la Unidad de Derechos Humanos de la Personería, un total de 230.000 firmas aproximadamente en las cuales le imploraban al comandante de la policía que dejara en la ciudad a mil policías nuevos, es decir, aumentar el pié de fuerza en mil agentes más, debido a la necesidad de mantener la convivencia.
Si a Medellín la violencia no vuelve, ¿entonces para que se necesita más policía?, ¿Quién dijo que para mantener la convivencia es necesario un aparato armado?, ¿quieren los ediles de Medellín, mantener la convivencia por medio de la fuerza?, ¿a quien pretenden realmente controlar?, ¿no le vasta a las 230000 personas que firmaron, con los más de 10 mil agentes del Estado que habitan la ciudad, los más de cuatro mil reinsertados de los paramilitares que hacen presencia en los barrios del valle de aburrá, las más de 50 empresas de seguridad privada, los cinco mil vigilantes independientes, la red de informantes, las más de 300 bandas que hacen presencia en las calles, las convivir, las oficinas de sicariato?; pues parece que no, y aun así requieren más.
Es increíble ver como la naturalización de la violencia a través del militarismo, hace creer que para la paz y la convivencia lo que se necesita es control armado, obediencia y eliminación; tenemos pues, una ciudad que con un excelente ejemplo de participación, reivindica el Estado policial y prohibicionista, reivindica las políticas de control social general, considera que es necesario un control preventivo; olvidando que son ellos, las gentes las mismas víctimas de este ejercicio de violencia; pues consideramos que la policía colombiana dista de ser un órgano civil como fue pensado en las sociedades democráticas, y se ha convertido en un aparato militar de control y represión.
Con estas firmas, se apunta una vez más a la continuidad de la violencia, a la permanencia de personas armadas en los barrios, al disciplinamiento de la gente y el adoctrinamiento por medio de la fuerza y la autoridad. Este hecho es una muestra más de los caminos errados para la paz; ¿puede pensarse una paz en la que la opción del Estado es alzarse en armas?, la respuesta es clara, para la consecución de la paz y la convivencia se requiere de una transformación cultural que permita cambiar los valores por medio de los cuales las personas se relacionan, es necesario acabar con la violencia estructural que mantiene el mismo Estado, es necesario asumir el riesgo de la libertad y del respeto por la diferencia; pero en cambio, campañas como las mencionadas mantendrán a Medellín en el miedo y el terror, además agudizaran la legitimación que la gente tiene de la violencia y la confrontación armada, del control, fortalecerán el temor por el diferente, y lo peor, seguirá sosteniendo las profundas causas del conflicto social.
Llama la atención de manera particular que sean algunas Universidades, las mismas que deberían de defender la democracia y la libertad, de ayudar a la solución del conflicto social, las que hayan promovido y ayudado en la consecución de estas firmas, ¿Qué tipo de sociedad es la que están promoviendo?, ¿por que el consejo de Medellín y los ediles promueven esta campaña?, ¿Cuál es el modelo de democracia al que le apuestan?, ¿por que la personería estaba allí?, creen acaso ¿Que la protección de los derechos humanos se da por medio de la presencia policial?.
No se puede dejar pasar por alto actos como estos sin sentar una voz de descontento en una ciudad blindada o militarizada, sin dejar de mencionar que el camino de la paz es la paz misma, que no hay paz alzada en armas; que el control social, el miedo y el autoritarismo son contrarios a la paz y sus valores, que en lugar de policías necesitamos 1000 defensores de derechos humanos más, mil colegios más, mil universidades más, mil empleos más, mil valores más, mil campañas de respeto, mil movimientos y organizaciones sociales más, mil expresiones culturales más; mil campañas publicitarias, pero de esas que digan ningún ejercito defiende la paz; servicio militar obligatorio... Y mi vida qué?; imagínate una guerra a la que no va nadie; o mejor… colorearse para la vida o uniformarse para la guerra.
Por: Red Juvenil
A Medellín la violencia no vuelve, es una de las campañas en contra de la violencia promovida por la alcaldía de Medellín desde mediados del año pasado; esta iniciativa ha pretendido hacer ver a Medellín como la ciudad que ha pasado del miedo a la esperanza como reza otra de las campañas.
Ahora bien, pretender mostrar a partir de estas campañas que la ciudad ha superado el escenario de control armado, de violencia, de grupos paramilitares, de sicariato y mafia que han permeado todas las estructuras de la sociedad, incluso las instituciones del Estado no es fácil.
Lo grave de este asunto, es que las iniciativas de la alcaldía han hecho que las personas que viven y que vienen a Medellín se convenzan de que a Medellín la violencia no vuelve, debido a una ciudad servicios blindada por militares, ejércitos, empresas de vigilancia y la policía.
Lo particular de esto, no es que los extranjeros sientan que el conflicto ha pasado, sino que los mismos habitantes de la ciudad lo crean así, aunque vivan en medio del control armado y padezcan las graves manifestaciones del conflicto social y político en el que ha vivido el país desde su Independencia: las gentes viven en medio de la exclusión social y política, de la miseria, de la escasez, sin ni siquiera tienen acceso a un mínimo vital. Aun así creen que Medellín ha logrado sacar la violencia de las calles pues, la costumbre de los grupos armados no les deja ver la injusticia que estos ayudan a perpetuar, la violencia estructural de una “ciudad blindada” que se ha convertido en un asunto natural-militar, que ha hecho la guerra presente en un hecho del pasado, terminando con las organizaciones y movimientos que se oponen a lo establecido o buscan cambiarlo.
A cambio de ello, los habitantes se enardecen de los parques bibliotecas, así no tengan tiempo de ir a leer, o así no le vean sentido a ello; de grandes construcciones de museos y parques así no tengan con que entrar a ellos porque el costo es muy alto. Los “ciudadanos” viven en el adormecimiento de la conciencia, del embrutecimiento provocado por la imposición en el inconsciente del modelo neoliberal y el consumo; y claro, de las fuertes campañas publicitarias (además de las mencionadas, están entre otras: en Medellín la violencia sin armas es otro cuento y un arma menos es muchas vidas mas), que han logrado que la gente en medio de su tragedia y la guerra crea que vive en una ciudad ejemplar.
Ahora bien, el asunto en esta ocasión -sobre le que quisiéramos hacer algunas apreciaciones- es que esa creencia de una ciudad sin guerra se manifiesta en contradicciones políticas como la que se acaba de protagonizar en los últimos días.
El día primero de abril de este año, la asociación de ediles de la ciudad entregó al comandante Nacional de la Policía y al presidente del Consejo de Medellín, personajes acompañados de funcionarios de la alcaldía, incluso de la Unidad de Derechos Humanos de la Personería, un total de 230.000 firmas aproximadamente en las cuales le imploraban al comandante de la policía que dejara en la ciudad a mil policías nuevos, es decir, aumentar el pié de fuerza en mil agentes más, debido a la necesidad de mantener la convivencia.
Si a Medellín la violencia no vuelve, ¿entonces para que se necesita más policía?, ¿Quién dijo que para mantener la convivencia es necesario un aparato armado?, ¿quieren los ediles de Medellín, mantener la convivencia por medio de la fuerza?, ¿a quien pretenden realmente controlar?, ¿no le vasta a las 230000 personas que firmaron, con los más de 10 mil agentes del Estado que habitan la ciudad, los más de cuatro mil reinsertados de los paramilitares que hacen presencia en los barrios del valle de aburrá, las más de 50 empresas de seguridad privada, los cinco mil vigilantes independientes, la red de informantes, las más de 300 bandas que hacen presencia en las calles, las convivir, las oficinas de sicariato?; pues parece que no, y aun así requieren más.
Es increíble ver como la naturalización de la violencia a través del militarismo, hace creer que para la paz y la convivencia lo que se necesita es control armado, obediencia y eliminación; tenemos pues, una ciudad que con un excelente ejemplo de participación, reivindica el Estado policial y prohibicionista, reivindica las políticas de control social general, considera que es necesario un control preventivo; olvidando que son ellos, las gentes las mismas víctimas de este ejercicio de violencia; pues consideramos que la policía colombiana dista de ser un órgano civil como fue pensado en las sociedades democráticas, y se ha convertido en un aparato militar de control y represión.
Con estas firmas, se apunta una vez más a la continuidad de la violencia, a la permanencia de personas armadas en los barrios, al disciplinamiento de la gente y el adoctrinamiento por medio de la fuerza y la autoridad. Este hecho es una muestra más de los caminos errados para la paz; ¿puede pensarse una paz en la que la opción del Estado es alzarse en armas?, la respuesta es clara, para la consecución de la paz y la convivencia se requiere de una transformación cultural que permita cambiar los valores por medio de los cuales las personas se relacionan, es necesario acabar con la violencia estructural que mantiene el mismo Estado, es necesario asumir el riesgo de la libertad y del respeto por la diferencia; pero en cambio, campañas como las mencionadas mantendrán a Medellín en el miedo y el terror, además agudizaran la legitimación que la gente tiene de la violencia y la confrontación armada, del control, fortalecerán el temor por el diferente, y lo peor, seguirá sosteniendo las profundas causas del conflicto social.
Llama la atención de manera particular que sean algunas Universidades, las mismas que deberían de defender la democracia y la libertad, de ayudar a la solución del conflicto social, las que hayan promovido y ayudado en la consecución de estas firmas, ¿Qué tipo de sociedad es la que están promoviendo?, ¿por que el consejo de Medellín y los ediles promueven esta campaña?, ¿Cuál es el modelo de democracia al que le apuestan?, ¿por que la personería estaba allí?, creen acaso ¿Que la protección de los derechos humanos se da por medio de la presencia policial?.
No se puede dejar pasar por alto actos como estos sin sentar una voz de descontento en una ciudad blindada o militarizada, sin dejar de mencionar que el camino de la paz es la paz misma, que no hay paz alzada en armas; que el control social, el miedo y el autoritarismo son contrarios a la paz y sus valores, que en lugar de policías necesitamos 1000 defensores de derechos humanos más, mil colegios más, mil universidades más, mil empleos más, mil valores más, mil campañas de respeto, mil movimientos y organizaciones sociales más, mil expresiones culturales más; mil campañas publicitarias, pero de esas que digan ningún ejercito defiende la paz; servicio militar obligatorio... Y mi vida qué?; imagínate una guerra a la que no va nadie; o mejor… colorearse para la vida o uniformarse para la guerra.
Por: Red Juvenil
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