martes, 16 de junio de 2009

Absurdo país de despropósitos

El rey midas colombiano, uno de los doscientos hombres más ricos del mundo, según la revista Forbes, el mismo que pidió a su “súbdito” la declaratoria de una conmoción interior, ahora solicita que el impuesto de guerra también lo paguen los pobres. A los multimillonarios banqueros, para los cuales se gobierna en este paisito, que obtuvieron astronómicas ganancias (ninguna calculadora de tendero las puede sumar), ahora habrá que subsidiarles su seguridad.

No basta –parece- poner a los pobres de carne de cañón, situarlos como víctimas de falsos positivos, como receptores de todas las desventuras, sino que, para acabarlos de escurrir, tendrán, según la solicitud del banquero Sarmiento Angulo, que voltear sus magros bolsillos para financiar la guerra. El mismo hombre de oro dijo alguna vez que Colombia es un país de injusticia, y que por ella, existía la guerrilla.

Entonces sus palabras sonaban como las de señoras de té canasta. Mucho antes, en 2004, el mismo personaje, sí, el mismo que después se opuso al paro de trabajadores judiciales y pidió declararlo ilegal, decía que había que acabar con el régimen pensional de “prima media” y promovía el marchitamiento del ISS, con el fin de favorecer a los fondos privados, incluidos, obvio, los de su propiedad.

Estas son algunas de las tantas situaciones absurdas que vemos a diario en un país que desde hace rato está desinstitucionalizado, y que los hechos parecen indicar se dirige hacia una dictadura. No sé si sea absurdo que en un país rico (aunque los banqueros son más ricos que el país), sólo el 0,3 por ciento de la población sea dueño de más de la mitad de las tierras agrícolas y que tenga uno de los índices de desigualdad más altos de América Latina.

Tampoco sé si sea parte del absurdo que haya más de 18 millones de pobres, seis millones de indigentes y unos cuatro millones de desplazados, y que sea el país más peligrosos del mundo para el ejercicio del sindicalismo. Según la Confederación Sindical Internacional, en 2008 fueron asesinados 49 sindicalistas en Colombia. Nada raro es que algún funcionario salga a decir que se autoinmolan para desprestigiar al gobierno nacional.

Este es un país tan absurdo, que el delito de cohecho solo contempla una parte, tal como se desprende de las condenas relacionadas con la yidispolítica, esa situación perversa que volvió añicos a la Constitución, reformó un “articulito” de la misma, aprobó la reelección, con repartijas de notarías, compra de conciencias y otros regalitos. Absurdo que el Procurador absuelva a altos funcionarios comprometidos en el delito de cohecho y, de pronto, para desviar la atención, abra procesos de farcpolítica contra algunos de los principales denunciadores de las tropelías oficiales, como el senador Jorge Robledo.

El absurdo radica también en situaciones como las acaecidas hace poco más de una semana, cuando desde la Casa de Nariño se promulgó un comunicado en el cual se señalaba de actividades ilícitas a “algunos magistrados”. Quizá más que un absurdo, se trate de una especie de conspiración, la cual se puede leer como una turbia vendetta del Ejecutivo contra las Cortes.

Porque desde hace tiempos, se presenta un choque de poderes en el país, que lo conduce al desmoronamiento de sus instituciones. Precisamente, la Corte Suprema de Justicia abrió una investigación preliminar contra 86 representantes de la Cámara que votaron favorablemente la aprobación del referendo reeleccionista, en una jornada que tenía más de emboscada que de acto democrático, sucedida el pasado 17 de diciembre. La actitud de la Corte les “aguó la fiesta” a los reeleccionistas. Incluso, para “salvar” la segunda reelección, los uribistas ya andan locos promoviendo una Constituyente.

Mientras tanto, qué pasa, por ejemplo, con las “chuzadas” del DAS, un hecho de suma gravedad, que el Presidente simplemente califica como “cositas malas” realizadas por unos funcionarios. El absurdo (o el montaje que desde las altas esferas se hace para que todo tenga la apariencia de absurdo) parece llevar a las actividades ilícitas del DAS hacia la impunidad.

Convengamos en que vivimos en un país de absurdos, de injusticias, inequidades y despropósitos. Uno de ellos, lleva al banquero más rico de Colombia a pedir que sean los pobres los que financien la guerra. Nada raro sería que se incrementen los asaltos bancarios, porque, como decía algún filósofo de calle, es mejor robar un banco que fundarlo.

Por: Reinaldo Spitaletta
Tomado de: www.elespectador.com

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