jueves, 28 de enero de 2010

Puntualizaciones sobre Chomsky, los Castro, Chávez…

XXI Asamblea del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, en La Habana, Cuba, el 28 de octubre de 2003.

Palacio de Miarlores, en Caracas, Venezuela, el 24 de agosto de 2009


Mi artículo “Chomsky en bufón de Chávez”, publicado primero en el Boletín CUBA libertaria y reproducido luego en inglés, francés, italiano y alemán en diferentes web, no ha sido del agrado de cuantos siguen viendo en los Castro, Chávez, etc., los adalides del socialismo y del antiimperialismo de hoy en día. Y ello pese a las evidencias cada vez más obvias de lo que realmente son el “socialismo” y el “antiimperialismo” de esos histriónicos caudillos populistas.

Por supuesto que era de esperar estas reacciones; pues no hay mayor ceguera que la producida por la adhesión a hombres providenciales. La historia está llena de casos paradigmáticos de cegueras colectivas de este tipo: el de los Hitler, Mussolini, Stalin, Mao, Perón y Evita, por no remontar muy lejos. Cegueras colectivas que sólo la historia y el cambio generacional disiparon. No seré pues yo quien intente devolver la visión a quienes no quieren ver. El tiempo, la historia les obligará a ello, aunque… tampoco se puede afirmar de manera categórica; pues es suficiente con ver a los admiradores del “socialismo real” que aún quedan por ahí. Y ello pese al derrumbe del muro de Berlín, al “capital-comunismo” chino, etc.

Lo que no me esperaba, lo sorprendente, ha sido una cierta crítica… Una “crítica" que no cuestiona el fondo de mi reacción, ante la bufonada de Chomsky, sino la forma… Pues, en cuanto al fondo, esta “crítica” reconoce que esos líderes, “los Castro, Chávez, Lula y Morales”, constituyen “una mezcolanza seudo izquierdista”, además de ser “sedicentes antiimperialistas”. Una “crítica” sorprendente…No sólo por este reconocimiento y por desear “una sociedad sin explotación social” y “sin tutela de ninguna minoría encima de las masas y sin el control de éstas”, sino porque hace suya la visión socialdemócrata de la “necesidad de los trabajadores de ampliar la superficie de la jaula en que estamos”. Ampliar en vez de destruirla. Y ello justificado porque Chomsky dijo en noviembre de 1996, a los estudiantes de Historia de la Universidad de Sào Paulo, que “la disminución del Estado mengua el espacio en que se puede ejercer la influencia pública” y que esto “no es un objetivo anarquista”. Un Chomsky presentado como un encomiable “compañero de viaje” del anarquismo, aunque también se nos insiste en no olvidar que “Chomsky no está afiliado a un grupo anarquista, si bien está cerca de los IWWW de los EE. UU.”

Es pues esta sorprendente profesión de fe socialdemócrata, la que se nos aconseja asumir desde curiosos planteamientos “anarquistas”, la misma que me incita a hacer unas puntualizaciones sobre Chomsky, los Castros, Chávez, etc. No sólo por lo cuestionable de la justificación chomskyana del Estado sino también por lo que esa “crítica” pretende justificar realmente con ella: el silencio frente a conductas que están contribuyendo hoy, como las similares de ayer, a castrar las aspiraciones revolucionarias de las masas explotadas y a desacreditar la idea misma de socialismo como proyecto social emancipador. Conductas que aplican a la letra eso de “ampliar la superficie de la jaula” y de hacer del Estado el eje de la vida pública, con el resultado que ellas dieron en el pasado y que están dando en el presente, y que cada uno juzgará en función de su conciencia social y política.

En consecuencia, y por parecerme obvio, mis puntualizaciones se centrarán en la responsabilidad del hacerse cómplice de este silencio. Por supuesto, la responsabilidad de Chomsky por no denunciar hoy estas conductas, las mismas que ayer denunció en contextos inclusive más revolucionarios, y también nuestra propia responsabilidad, en tanto que anarquistas, si por miedo a “herir a los trabajadores, sobre todo latinoamericanos, que mantienen cierta confianza en direcciones y líderes que nos parecen ni fiables ni serios”, nos callamos y no decimos lo que pensamos sobre ese populismo pretendidamente revolucionario. Lo que piensan y dicen ya, con valentía y honestidad que les honra, numerosos marxistas no dogmáticos en el mundo entero y en la propia Cuba y Venezuela.

La caución chomskyana al populismo seudo revolucionario

El hecho de ser Chomsky uno de los intelectuales estadounidenses más críticos de la democracia, pretendidamente existente en los EE. UU., y de la política imperialista de los gobiernos norteamericanos, no le exonera de ser igualmente crítico con la ausencia de democracia en regímenes tanto o más autoritarios que el yanqui. Además, el antiimperialismo de Chomsky no puede ser un antiimperialismo de conveniencia, debe serlo de convicción. Como lo era en el pasado, cuando fustigaba, por las mismas consideraciones políticas y éticas, tanto al norteamericano como al soviético. Una equidistancia honesta, moral y consecuente con sus ideas de justicia y libertad para todos. De ahí que fuese escuchado y se convirtiese en referencia ética y política para cuantos rechazaban esas dos caras de lo inaceptable: la explotación y la dominación.

Entonces, su crítica no era maniquea. Lo que reprochaba a un campo no lo justificaba en el otro. No había parcialidad ni retórica de circunstancias sino exigencia de verdadera coherencia entre medios y fines. Tanto en un lado como en el otro. No era pues cuestión de su moral y la nuestra, como lo pretendían los que denunciaban y condenaban la pena de muerte en los USA y la justificaban en la URSS o al revés. Chomsky no era entonces ni de éstos ni de aquéllos. Al contrario, denunciaba a los que practicaban esta doble moral, y éste es el Chomsky que debería seguir siendo si no ha renegado de lo que fue en el pasado. El Chomsky que, a la pregunta del por qué había dicho que Lenin y Trotzky fueron los peores enemigos del socialismo en el siglo XX, peores que Hitler, Mussolini, Chang-Kai-Chec, Truman o Churchill, respondió: “Contrariamente a los que usted menciona, Lenin y Trotzky fueron enemigos del socialismo por varias razones. Primero destruyeron sistemáticamente Rusia, desmontando y prohibiendo las organizaciones socialistas y demás organizaciones populares, que aparecieron durante el periodo de entusiasmo revolucionario, antes de que Lenin y Trotzky se amparasen del poder. Segundo, lo hicieron en nombre del “socialismo” y así sabotearon el socialismo, no solo en Rusia sino también en el mundo entero. La tiranía antisocialista instituida por Lenin y Trotzky fue transformada mas tarde en una monstruosidad absoluta por Stalin”.

¿Serán hoy los Castro, Cháves, etc., más consecuentes con el ideal socialista que lo fueron entonces los Lenin, Trotzky, etc.? ¿Son las “organizaciones socialistas y demás organizaciones populares” las que deciden en sus países o son los Castro, Chávez, etc., los que lo hacen?

La responsabilidad de Chomsky es por esta inconsecuencia, por este silencio; pues ¿qué sentido tiene decir, tras dejarse fotografiar con el caudillo Chávez y agradecerle su socialismo del siglo XXI, que en el país hay “enorme corrupción, elementos de caudillismo- la tradicional plaga latinoamericana”, al final de una visita de 48 horas a Venezuela? Y no digamos de su visita a Cuba, dejándose fotografiar con Castro, otro caudillo, poco tiempo después de que éste hubiese hecho fusilar a unos jóvenes negros simplemente porque habían querido escapar de la “jaula”, que era y sigue siendo Cuba, sin haber matado ni herido a nadie. Sí, ciertamente, el número de fusilados en Cuba está muy lejos del de los fusilados en Rusia por los chekistas… Pero, al menos para mí, matar a esos jóvenes negros es tan odioso e inaceptable como lo fueron los miles de asesinatos chekistas. Además de responder a la misma lógica del terror. Y eso es algo que Chomsky no debería haber olvidado, ni siquiera a los cerca de 80 años que debía tener entonces.

Además, no ha dicho Chomsky: “El anarquismo, por lo menos como le comprendo, es la tendencia del pensamiento y de la acción humana que busca identificar las estructuras de autoridad y de dominación, a llamarlas para que se justifiquen desde el momento en que se demuestra que son incapaces de hacerlo y trabajar para rebasarlas. Formas de opresión que antes eran a penas reconocidas y aun menos combatidas no son hoy en día consideradas como tolerables. Es un éxito y no un revés del anarquismo.”

La caución del silencio…

Por las mismas razones por las que Chomsky se creyó obligado a repetir lo que había dicho de Lenin y Trotzky, y con el mismo derecho que él se otorgó para decir lo que pensaba sobre las conductas de esos dos personajes durante la revolución rusa, yo seguiré denunciado a los Castro, Chávez, etc., de ser también enterradores de las aspiraciones emancipadoras de sus pueblos. Pues no sólo es lo que pienso sino lo que piensan y no paran de repetir los militantes asociativos y sindicalistas revolucionarios que defienden la autonomía de las organizaciones socialistas y demás organizaciones populares en esos países. No sólo por el incumplimiento de las promesas hechas al pueblo y la represión judicial contra los sindicalistas obreros y campesinos que exigen tal cumplimiento sino por la criminalización de la lucha social, como lo hacían y lo siguen haciendo los regímenes burgueses.

El hilo conductor y el objetivo de esta forma de gobernar, supuestamente “progresista”, son los mismos que en el pasado, cuando los gobiernos aplastaban las rebeliones populares con represión militar. Sólo que ahora la estrategia de dominación promueve el control de la insubordinación por los propios ciudadanos y ciudadanas convertidos en brazo ejecutor de las políticas de contención estatales. De ahí la implementación de las Misiones (Venezuela), los programas Socio-país (Ecuador), la Red Solidaria (El Salvador) o Familias en Acción (Colombia), como el Bono Juancito Pinto (Bolivia), o la Bolsa Familia (Brasil), o el programa Tekopora (Paraguay), o el bono Mi familia Progresa (Guatemala), o también el programa Oportunidades (México), entre otros, como estrategias de intervención y control social. Además, claro está, de los “Comités de Defensa de la Revolución”, los famosos CDR cubanos.

Y todo ello para que las transnacionales puedan continuar sin problemas laborales mayores la explotación de los recursos naturales de estos países dentro del mismo modelo desarrollista de la globalización capitalista neoliberal. Y eso pese, o gracias, a los encendidos discursos antiimperialistas y antioligárquicos de los Castro, Chávez, etc.

Lo asombroso es el silencio de ciertos intelectuales de izquierda ante estas actuaciones que consolidan y ratifican el liberalismo político y económico, que, como en el pasado, sólo beneficia a la burocracia y a los sectores de la burguesía cercanos a los que gobiernan. De esa izquierda que antes era crítica, radical, iconoclasta con los discursos del poder, y que ahora, por apoyar, suscribir y adscribirse a los proyectos políticos de los denominados gobiernos progresistas, ha arriado la bandera de la crítica social e intenta justificar lo injustificable: la demagogia y la corrupción. Una connivencia que va más lejos que el simple silencio, pues, en su afán de impedir el debate, la crítica y la discusión en el seno de la izquierda en el continente y en el mundo, recurren a lo de siempre: la calumnia, la descalificación y el insulto.

Así, mientras se guarda silencio, un silencio que es complicidad, el continente entero está girando hacia lo que ya algunos socialistas auténticos llaman el “posneoliberalismo”, aunque también se le podría llamar la forma "democrática" del “socialismo” chino. Y es así como una transición, que efectuada por gobiernos abiertamente neoliberales habría sido traumática, se produce sin mayores tensiones gracias a estos gobiernos -que también podemos llamarles ya “posneoliberales”. Gobiernos que, además de acentuar los procesos extractivistas, productivistas, de privatización territorial y criminalización social a favor de las transnacionales y las burguesías de la región, están poniendo a tono el continente con las exigencias económicas y las injusticias laborales de la globalización capitalista. A lo que se debe agregar la pérdida de credibilidad ética de las izquierdas latinoamericanas por lo comprometidas que están en la corrupción, las estafas, los latronicios y el clientelismo.

Ante tal situación, y con la misma voluntad que Chomsky demostró en su momento para hacer frente a los que, para callarle, le acusaban de contribuir, con sus críticas del falso “socialismo real”, al reforzamiento del discurso contrarrevolucionario del campo pro yanqui e inclusive insinuaban de que él estaba a sueldo de la CIA de ese tiempo, yo seguiré impertérrito denunciando (y apoyando a cuantos denuncian) estas nefastas derivas del ideal emancipador. Derivas propuestas e implementadas por Caudillos y movimientos populistas, demagógicos, falsamente e histriónicamente revolucionarios. No sólo porque es falso que al hacer esta crítica se dé armas a los enemigos de la revolución, la verdadera, la del pueblo y no la de los burócratas, sino porque esta crítica es necesaria, fundamental, para que el pueblo laborioso pueda recuperar su autonomía y vuelva a luchar por una transformación social que ponga fin a la explotación y dominación que soporta desde hace tantos siglos.

No obtendrán pues mi silencio. Y menos aún con calumnias, amenazas o críticas autosuficientes. No sólo porque lo considero un deber -como Chomsky entonces- sino también porque a esas calumnias y amenazas puedo oponer mi historial, mi biografía, en el terreno de la lucha contra el imperialismo y todas las formas del Poder, y a esas críticas autosuficientes los hechos históricos.

Además, ¿por qué me callaría, si son muchos los marxistas críticos que, como yo, se indignan y se manifiestan contra la “cínica retórica de la resignación”, coincidiendo con los anarquistas en que “el socialismo no puede concederse desde arriba” y que, para resolver los problemas de su construcción, “la libertad más amplia, la actividad más amplia, la más amplia parte de la población es necesaria”? ¿Por qué lo haría, si esta coincidencia, entre anarquistas y marxistas críticos, en actualizar la necesidad de recuperar la autonomía para los movimientos sociales y en rechazar los planteamientos dogmáticos y doctrinarios en el combate contra el capitalismo y el Estado es un hecho esperanzador? No por convencimiento y fidelidad ideológica sino por conclusión lógica de lo que nos enseña la historia y la vida de cada día.

Efectivamente, como lo reconocen estos marxistas, “a lo largo de todo el siglo XX, mucha agua ha corrido bajo los puentes de las revoluciones”… Como también es verdad que “a lo largo de las experiencias sociales y de las investigaciones antropológicas, los enfoques teóricos del Estado se han enriquecido y profundizado”, desmitificando el fetichismo del poder al evidenciar “la genealogía de las relaciones de poderes”. Además de que “las retóricas liberales del Estado mínimo o del repliegue del Estado no hacen sino resaltar con más relieve el núcleo duro de sus funciones represivas y su papel eminente en la puesta en pie de los dispositivos del biopoder”. De ahí que, “si el tejido de las relaciones de poder hay que deshacerlo, y si se trata de un proceso a largo plazo, la maquinaria del poder del Estado hay que romperla”.

Y si a esto le agregamos la denuncia de “las ilusiones parlamentarias”, del “cretinismo parlamentario”, y de todas las ortodoxias revolucionarias, ¡cómo no confiar en el encuentro de todos los heterodoxos de las ideologías, supuestamente manumisoras, en el combate contra el Capital y el Estado!


Por: Octavio Alberola
Tomado de: Cuba Libertaria - Kaos en la red

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