El verdadero uno de mayo
De: Dick Meister
Es uno de mayo. En los Estados Unidos, es un día con el que celebrar, con canciones y danzas, la llegada de la primavera; un día para que los niños, con la cabeza coronada de flores, corran alrededor de los mayos adornados con cintas de colores; un día para elegir la reina del mes de las flores.
Pero hubo un tiempo en el que el uno de mayo fue un día de manifestaciones clave para la obtención del derecho más importante de los trabajadores; del derecho que los activistas de hace un siglo reclamaban antes que cualquier otro:
"¡Ocho horas para trabajar, ocho para descansar y ocho para hacer con ellas lo que nos dé la gana!"
En los últimos años, los cambios en la economía han obligado a muchos empleados a trabajar más de las ocho horas por las que tanto lucharon sus precursores. A pesar de ello, la jornada laboral de ocho horas sigue siendo la norma en los Estados Unidos y en todos los países industrializados, y al menos un objetivo para el resto.
Los largos años de lucha por la jornada laboral de ocho horas comenzaron a mediados del siglo XIX. En 1867, el gobierno federal, seis estados de la unión y varias ciudades ya habían aprobado legislación que limitaba a ocho el número de horas de trabajo. Estas leyes no se aplicaron en la práctica y en algunos casos fueron rebatidas por los tribunales, pero supusieron un precedente que sirvió de germen para un poderoso movimiento popular.
Este movimiento fue iniciado en 1886 por la Federación de Sindicatos de Obreros y Gremios (Federation of Organized Trades and Labor Unions), que en aquel momento era una de las organizaciones de trabajadores más importantes del país. La Federación pidió a los trabajadores que negociasen una jornada de ocho horas con patronos y que, de no tener éxito, fuesen a la huelga el uno de mayo.
Algunos negociaron, otros salieron a la calle y se manifestaron de forma alternativa. Más de 300.000 decidieron ir a la huelga. Y todos ellos consiguieron un amplio apoyo en decenas de ciudades: Chicago, Nueva York, Baltimore, Boston, Milwakee, St. Louis, San Francisco, Pittsburgh, Denver, Indianapolis, Cincinnati, Detroit, Washington, Newark, Brooklyn, St. Paul y muchas otras.
Más de 30.000 trabajadores ya habían conseguido la jornada de ocho horas en abril. El uno de mayo, otros 350.000 abandonaron sus puestos de trabajo en unas 12.000 empresas y salieron a la calle. Más de 185.000 vieron satisfecha su petición. Del resto, la mayoría consiguió una reducción de la jornada laboral, que hasta entonces había llegado a ser de 16 horas.
Además, muchos empresarios establecieron la media jornada para el sábado y las industrias más importantes prácticamente abandonaron la práctica de trabajar los domingos, bastante común en aquellos tiempos.
"¡Juntos por menos horas!" rezaba el titular del artículo en portada del New York Sun que describía la procesión de 25.000 trabajadores con antorchas que remataba las actividades de reivindicación de la jornada de ocho horas en Nueva York. Era la mayor manifestación vista en la ciudad hasta ese momento.
Sin embargo, la iniciativa no contaba con el apoyo de toda la prensa. Un periódico afirmaba que la huelga y las manifestaciones no eran sino "comunismo desenfrenado y repulsivo". Otro clamaba que la jornada de ocho horas fomentaría "el juego de azar y la holgazanería, los disturbios, el libertinaje y los excesos con el alcohol".
La reacción más fuerte se dio en Chicago, corazón del movimiento de reivindicación, donde grupos socialistas y anarquistas lideraron manifestaciones en las que murieron cuatro manifestantes y más de 200 sufrieron heridas por la acción de la policía, que arremetió contra sus filas. Fue consecuencia de los acontecimientos que sucedieron dos días después en Haymarket Square: en el curso de una marcha de protesta, alguien lanzó una bomba contra la policía que mató a siete agentes e hirió a 59.
Nunca se supo quién había lanzado la bomba, pero se detuvo a ocho personas: líderes socialistas, anarquistas y del movimiento de los trabajadores, a quienes la policía y la prensa calificaron de radicales violentos y peligrosos. Se les acusó, de manera claramente exagerada, de complicidad en la comisión de un asesinato. Cuatro de ellos fueron ejecutados en la horca, uno se suicidó en prisión y los otros tres fueron indultados seis años más tarde por el gobernador del estado de Illinois, John Peter Altgeld.
Los empresarios respondieron a los denominados disturbios de Haymarket con una contraofensiva que recuperó parte del terreno ganado por las acciones reivindicativas de la jornada de ocho horas. Sin embargo, este movimiento demostró ser una herramienta muy efectiva para los sindicatos a la hora de organizar a los trabajadores: en 1890, el presidente de la Federación Americana de Trabajadores (American Federation of Labour), Samuel Gompers, declaró el uno de mayo "Día Internacional del Trabajo" en reivindicación de la jornada laboral de 8 horas. Líderes socialistas y sindicales de otros países hicieron convocatorias similares y desde entonces se celebra en esa fecha el "Día del Trabajo".
Aquel uno de mayo de 1890, los trabajadores salieron a la calle en EE.UU. y en otros trece países. Treinta mil personas se manifestaron en Chicago. El periódico The New York World lo proclamó el "Día de la Emancipación del Trabajador". Y así era, ya que marcó el punto de partida de un proceso irreversible que haría de la jornada de ocho horas la norma para millones de trabajadores.
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