miércoles, 4 de febrero de 2009

DERRIBEMOS LA TORRE DE PISA

Derribemos la torre de Pisa

Es el trauma provocado en cada uno de los individuos por su posición de espectadores, de receptores pasivos en todos los campos de su vida, el que provoca la carencia de una conciencia de iniciativa particular para realización de la propia vida. Esta es la situación en la que se encuentra el individuo en el capitalismo avanzado que vivimos en la actualidad. Tanto en la vida cotidiana como en la democracia se supone una libertad de elección que no es real, dado que como espectadores, receptores y consumidores que somos tenemos que basar nuestra elección en un catálogo establecido.

Ante esta situación, se acostumbra a contentarse con lo establecido y a su vez a depender de lo que proporciona. El problema que hace tambalear la conciencia del individuo nace cuando no es posible saciar el apetito de consumo acostumbrado. Turba la sensación de inseguridad, tal vez sea el fin de la vida conocida. La adicción al estado de bienestar provoca que cuando éste no aparece seguro en el futuro comiencen los miedos. Incluso la izquierda hoy, que ha aceptado las mistificaciones del consumo espectacular, se encuentra con problemas para sustentar su único interés: El económico. La realidad es que se ha creado una sociedad de individuos convertidos en adictos a su condición de espectadores-consumidores, y ahora surgen problemas logísticos para suministrar la dosis acostumbrada de mercancías y espectáculo.

La izquierda moderada no se dio cuenta de que la miseria que en la actualidad invade la sociedad no tiene que ver con la miseria histórica asociada al hambre. La miseria actual es la relativa a la vida de espectador-consumidor. Aún viviendo en un estado de bienestar aparece la miseria de una vida aburrida y angustiosa, carente de experiencias y de aventura. Por supuesto se recurrirá a la herramienta predilecta de la izquierda antirrevolucionaria. El reformismo. Se buscan métodos desesperados de parchear una situación que se desborda desde hace ya mucho tiempo y cuyo derrumbe es cada vez más urgente.

Llegados a este punto deseamos romper con nuestra condición de espectadores y en vez de observar desde un asiento preferente el derrumbe de algo que no ha hecho más que ahogar y negar la vida, intervendremos en el espectáculo de la única manera útil y posible. Destruyéndolo.

Las reformas nunca han funcionado.

Derribemos la Torre de Pisa

La Felguera - Enero de 2009

http://www.alasbarricadas.org/

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