martes, 21 de julio de 2009

Verdugos


“Es bueno saber que no hay sistema político mejor que la democracia”

Eduardo Luis Duhalde. Secretario de Derechos Humanos.


Clarín 24 de marzo.

Vivimos en un país libre
El rico tiene la libertad de ganar plata
El pobre es libre de buscar trabajo
Los patrones tienen la libertad de obtener beneficios
Los empleados tienen la libertad de encontrar una ocupación
Los propietarios son libres de vender sus bienes
Los poetas y los anarquistas tienen la libertad de telefonear y enviar sus cartas
Los servicios de seguridad tienen la libertad de abrirlas, interceptar y escuchar esas llamadas de teléfono
¡Vivimos en un país libre!
D.G.Poll Tax Blues N°2. 1989



Bajo el acusador prisma de los medios de información, el Poder configura el entramado social de las cuestiones de interés. No es un hecho aleatorio, por el contrario, responde a causas predefinidas y persigue determinados y específicos efectos con el fin supremo de crear, fomentar e instalar estereotipos ciudadanos. De esta forma, no sorprende que temas olvidados tiempo atrás resurjan como por arte de magia en el espectáculo mediático al que nos someten diariamente los mass media.
Y sostengo que nos someten, porque no visualizar que los medios son actores preponderantes en el construir social es negar su incidencia e importancia en la cotidianeidad. Con sus discursos aleccionan y moldean ese ente amorfo y superfluo denominado “opinión pública”, definiendo qué es lo noticiable, qué no lo es, taladrando una y otra vez con sus cánones ciudadanos y llenando de valores los estereotipos del buen vivir.
En las democracias, principalmente en las occidentales, hay tensiones inherentes al funcionamiento social que están difusas y en alerta constante. Tomando como referencia los argumentos de López Arango, podemos hacer propias las palabras de que “con la democracia se ha fortalecido aun más el principio jurídico del Estado. El obrero se transformó en ciudadano, lo que quiere decir que pasó a ser un engranaje “conciente” de la máquina estatal”[1]. Teóricamente gobierna el pueblo a través de sus representantes, elegidos mediante el sufragio; sin embargo, es incontrastable que el poder, sus implicancias y los aspectos cruciales de la vida política y económica se dirimen en pocas manos privadas legitimadas por el poder económico y social. En este entroncado andamiaje, las instituciones ideológicas[2] cumplen un rol esencial, siendo los medios masivos una de esas instituciones.
Lo anteriormente sostenido viene a colación de la histérica realidad mediática que vivimos actualmente. La agenda setting de los medios se agita constantemente con temas de los más variados, sin embargo, algunos de ellos, por sus implicancias inmediatas perduran en el inconciente colectivo como una marca que prefigura miedos, ansiedades, acciones y maneras de relacionarse. Ejemplos para darle forma a esta hipótesis hay muchos, pero entre un sin fin de problemáticas creadas, el de la dicotomía seguridad/inseguridad es el que se lleva la mayor atención ya que los medios lo repiten incansablemente a lo largo del día. Los policías del “cuarto poder”[3] llenan las pantallas televisivas con un bombardeo sistemático de imágenes alusivas: marchas ciudadanas, tiroteos, corridas, patrulleros, ministros y presidentas; muertos, estadísticas, famosos y countries; villas miserias, jóvenes y paco. Todas imágenes y discursos desconectados entre sí, pero que por un trabajo minucioso de edición conforman un cóctel explosivo que no deja lugar a dudas al momento de establecer “buenos” y “malos”, al mejor estilo de Hollywood. De ahí que muchas frases sean aceptadas natural y acríticamente, sin dilucidar el peligro que conlleva su utilización en el día a día. Es común leer en los diarios, o escuchar en los noticieros televisivos o radiales frases como: “zonas calientes”, “zonas liberadas”, “focos peligrosos”, “puntos conflictivos”, “fuerza disuasiva”, “víctimas inocentes”, “ciudadanos trabajadores”, “alarmante indefensión”, “a donde iremos a parar”, etc, etc.
Se pone el foco de atención en el hecho puntual y no en el origen del problema, se intenta justificar todo un accionar represivo “al servicio de la ciudadanía” en detrimento del ahogo y aislamiento social que miles de personas viven por el miedo de los ricos. Se amplifica y magnifica el efecto, ocultando la causa de dicha consecuencia. Se justifican leyes más represivas sin poner en tela de juicio el porqué de lo que sucede. En fin, se visualiza lo más espectacular e inmediato haciendo caso omiso de las desigualdades sociales, origen de todos los males.
Mientras tanto, la sociedad se va blindando, haciéndose eco de estos discursos y estereotipos de miedo. Y su actitud no es pasiva, al contrario, aparecen sus demandas y exigencias de seguridad, encarnada en sus personajes mediáticos; marionetas del Poder. Y por supuesto, las respuestas no se hacen esperar, ya que en esto sí los gobiernos son eficaces y eficientes, canalizando para sí el fruto del temor ciudadano.
Por eso mismo es que el gobernador bonaerense ha prometido un plan avalado nacionalmente para incorporar 900 nuevos gendarmes al patrullaje diario, fortaleciendo a esa fuerza que se encuentra en las calles bonaerenses desde 2003. Y para ello promete una inversión de 400 millones de pesos en armas, autos e instrucción para equipar y perfeccionar aun más a los 52 mil efectivos que la fuerza represiva de la provincia de Buenos Aires cuenta para avalar y hacer respetar las políticas socioeconómicas progresistas del gobierno bonaerense.
A nivel nacional, la realidad no dista mucho de la vivida en la provincia de Buenos Aires: ley antiterrorista, aumento de presupuesto en seguridad interna, incremento de efectivos policiales, endurecimiento judicial, programas nacionales de construcción de cárceles. Intimidación, control y represión. El papel asumido por el Estado es claro y preciso y escapa al análisis de cualquier estadística, por más que intente justificar su accionar en el reclamo mediático de mayor seguridad, término ambivalente y siempre sujeto a modificaciones e interpretaciones de acuerdo a donde apunte el interés en juego.
El punto de inflexión es la propiedad, o mejor dicho la osadía de algunos pocos de violar la sacrosanta propiedad privada. En la idea de perder los privilegios el discurso represivo se hace presente, y cualquier acción que imposibilite la ruptura del binomio artificial hombre-propiedad privada es bienvenida. El conflicto se materializa, y la represión y eliminación ciudadana, cuando no física, es la solución estatal al problema social de la desigualdad, aceptada moralmente por el “buen ciudadano”, despojado de su privilegio, como el “mal menor”.
“La propiedad es el robo”, sentenció Proudhon. Y no sólo hacemos propia esta idea sino que la extendemos: no sólo es el robo (materialidad social), sino que la propiedad privada como tal es una abstracción, una artificialidad, en fin, una mentira jurídica avalada históricamente por la idea relativa de posesión y uso. Idea relativa porque necesita imperiosamente de la legislación y de la fuerza represiva para hacerla valer, armas que le brinda el Estado, garante de la propiedad, del robo, de la desigualdad y de la diferencia social.

Inseguridad, realidad mediática, miedos ciudadanos… dilemas burgueses…
Propiedad, exclusión, desigualdad:
¡Verdugos!

Gastón.





Publicado en el periódico anarquista Libertad! N° 52
(julio –agosto)
http://www.geocities.com/grupo_libertad/
periódico_libertad@yahoo.com.ar
Notas





--------------------------------------------------------------------------------


[1] Doctrina, Tácticas y Fines del Movimiento Obrero. Emilio López Arango. Ideario, ACAT, Buenos Aires, 1942.
[2] Concepto utilizado por el lingüista Chomsky Noam
[3] Así se autodenominan los periodistas y opinólogos





Tomado de: www.alasbarricadas.org

No hay comentarios: