4 de Agostó 7.30 am
Por presión de mi madre para que definiera mi situación militar, asistí al coliseo de la juventud, lugar donde se estaba realizando la jornada de reclutamiento. Creía que por ser desplazado por la violencia no estaba obligado a prestar el servicio militar, pero al llegar a ese lugar me di cuenta que la cosa era muy difícil. Observé gran cantidad de madres de familia angustiadas llorando por que se iban a llevar a sus hijos los cuales no querían estar allí.
Yo Álvaro Saúl Pérez ya iba con una decisión que nadie me sacaría de la cabeza y era no prestar el servicio militar. Estando apenas en la entrada escuchaba una señora que lloraba y le contaba a sus familiares que a su hijo se lo habían llevado al batallón y que lo habían golpeado porque se resistió a montarse al camión y yo que apenas iba entrando.
Después de pensarlo largo rato decidí entrar al coliseo, para mí desgraciadamente empezaban las montas, me trataban muy mal solo por ser un rasta, se burlaban de mi, le decían a mi mamá que se fuera que yo me iba a que dar. Me dio mucha rabia al ver la forma como le hablaba a mi mamá, pero los miré a lo ojos y les dije que no les iba a dar el gusto de que me llevaran.
Al estar dentro de este coliseo que se había convertido en un lugar escalofriante, observé una gran cantidad de jóvenes que no querían prestar el servicio, eran muchos; y pocos se regalaban porque veían como un oficio el ejército. Intenté motivar a aquellos pelaos dándole ánimos a que se resistieran, pero era muy difícil porque se dejaban amedrentar de los militares.Cuando me sentía muy aburrido me iba hacia la parte de arriba y miraba hacia afuera la cantidad de madres que no las dejaban entrar, las trataban mal sin respetar su angustia.
Logré comunicarme con un amigo y me recomendó que hablara con los de acción social que ellos me podían ayudar, pero esa gente estaba de parte del ejército, lo único que hicieron fue entregarle mi carpeta de documentos a un mayor, a un mando y éste lo que hizo fue tirarme los papeles y decirme de una forma desagradable que esa mierda no importaba que si yo salía apto me iba, no pude hacer mas nada. Seguidamente pasé hacerme los exámenes y para mi desgracia salí apto en todos, claro teniendo en cuenta que en estos exámenes ni siquiera nos examinaron, pasaron a la gran mayoría porque tenían muy pocos jóvenes.
Ya al final de la tarde dejaron entrar a mi mamá y detrás de ella entraron muchas mas, ya era tarde eran las 5:45 pm. Mi mamá me preguntó qué había pasado? le respondí que había salido apto en todo y que solamente me faltaba el examen psicológico. Mi madre empezó a angustiarse, lo veía en sus ojos, me sentía muy mal al verla así. Me senté y miré al otro lado de mi, los que estaban no aptos, aquellos que habían tenido la suerte de tener una limitación física y les impedía estar ahí, bien por ellos. A ellos los obligaban a cantar ridículas consignas por no haber sido aptos en sus exámenes. Voltee mi vista hacia el otro lado y vi a mi mama hablando con la psicóloga. Me imagine que mi mama le estaba pidiendo ayuda.
Llego la hora en que tenía que presentarme con la psicóloga, ella solamente me miraba de arriba abajo y otros soldados que la acompañaban se burlaban, me hacían unas preguntas incoherentes, me preguntaban sobre mi cabello “rasta” me decían que si yo me imaginaba con una gorra, un camuflado y un fusil, dando bala en el monte y yo me eche a reír y dije que se iban a quedar con las ganas. Entonces un cabo, le dijo a la psicóloga que me dejara como apto que el me iba a llevar y me iba a bajar los humos y la psicóloga sin pensarlo me dijo “usted es apto”.
Me dio rabia al saber que la psicóloga había engañado a mi mamá, porque ella le había prometido que me iba a ayudar. Me pare y sonriente les dije NO ME VOY A QUEDAR EN ESTA MIERDA. La única opción que tenía era volarme de este lugar, mi mamá ya se daba de cuenta y empezó a llorar, yo caminaba hacia ella y ellos no dejaban me gritaban, pero yo me resistía una orden que para mi nunca existió. Mi mama llorando me decía que no lo hiciera yo le decía a ella llorando que no se preocupara, que yo iba estar bien y no iba a estar ahí, mis parceros me llamaban y me decían que lo hicieran que ellos me respaldaban, como ángel caído del cielo me encontré con un amigo que conocía al celador el cual nos abrió la puerta del coliseo y ahí fue donde empecé mi corrida, me sentía libre como escapando de un secuestro, a algo que me obligaban a hacer y que yo no quería hacer, corrí pero no llegue muy lejos un soldado me alcanzo y con otro sujeto me apuntaban con un arma diciéndome que me quedara quieto; me esposaron una mano, para que yo no pudiera hacer nada y no pudiera resistirme.
Como pude cogí mi teléfono y llamé a un amigo suplicándome que no me dejara solo; llorando y muy molesto les decía que me dejaran ir, que me dejaran libre, pero ellos hicieron caso omiso a mis suplicas. Llamaron a la policía y llegaron tres patrullas y cuatro motorizados, aquel parcero que me ayudo a escapar y yo estábamos solos, recibiendo mal trato de la policía y del ejército pero como obra y gracia de Dios llego al lugar el amigo al que había llamado, yo me sentí con mas fuerza, con la fortaleza para enfrentarme a una injusticia. El discutía con los policías argumentándoles que era ilegal que nos tuvieran detenidos porque no presentábamos ningún antecedente penal, fue una larga y acalorada discusión con veinticuatro policías que nos custodiaban, al final y luego de unas llamadas incluyendo una a un abogado, logramos que nos dejaran libres, eso sí en medio de insultos.
Gracias a dios salí de este infierno y me encuentro feliz al lado de mi familia.
ALVARO SAUL PEREZ PEÑA
Barrancabermeja 06 de agoto de 2009
Por: ALVARO SAUL PEREZ PEÑA
Tomado de: www.redjuvenil.org
Por presión de mi madre para que definiera mi situación militar, asistí al coliseo de la juventud, lugar donde se estaba realizando la jornada de reclutamiento. Creía que por ser desplazado por la violencia no estaba obligado a prestar el servicio militar, pero al llegar a ese lugar me di cuenta que la cosa era muy difícil. Observé gran cantidad de madres de familia angustiadas llorando por que se iban a llevar a sus hijos los cuales no querían estar allí.
Yo Álvaro Saúl Pérez ya iba con una decisión que nadie me sacaría de la cabeza y era no prestar el servicio militar. Estando apenas en la entrada escuchaba una señora que lloraba y le contaba a sus familiares que a su hijo se lo habían llevado al batallón y que lo habían golpeado porque se resistió a montarse al camión y yo que apenas iba entrando.
Después de pensarlo largo rato decidí entrar al coliseo, para mí desgraciadamente empezaban las montas, me trataban muy mal solo por ser un rasta, se burlaban de mi, le decían a mi mamá que se fuera que yo me iba a que dar. Me dio mucha rabia al ver la forma como le hablaba a mi mamá, pero los miré a lo ojos y les dije que no les iba a dar el gusto de que me llevaran.
Al estar dentro de este coliseo que se había convertido en un lugar escalofriante, observé una gran cantidad de jóvenes que no querían prestar el servicio, eran muchos; y pocos se regalaban porque veían como un oficio el ejército. Intenté motivar a aquellos pelaos dándole ánimos a que se resistieran, pero era muy difícil porque se dejaban amedrentar de los militares.Cuando me sentía muy aburrido me iba hacia la parte de arriba y miraba hacia afuera la cantidad de madres que no las dejaban entrar, las trataban mal sin respetar su angustia.
Logré comunicarme con un amigo y me recomendó que hablara con los de acción social que ellos me podían ayudar, pero esa gente estaba de parte del ejército, lo único que hicieron fue entregarle mi carpeta de documentos a un mayor, a un mando y éste lo que hizo fue tirarme los papeles y decirme de una forma desagradable que esa mierda no importaba que si yo salía apto me iba, no pude hacer mas nada. Seguidamente pasé hacerme los exámenes y para mi desgracia salí apto en todos, claro teniendo en cuenta que en estos exámenes ni siquiera nos examinaron, pasaron a la gran mayoría porque tenían muy pocos jóvenes.
Ya al final de la tarde dejaron entrar a mi mamá y detrás de ella entraron muchas mas, ya era tarde eran las 5:45 pm. Mi mamá me preguntó qué había pasado? le respondí que había salido apto en todo y que solamente me faltaba el examen psicológico. Mi madre empezó a angustiarse, lo veía en sus ojos, me sentía muy mal al verla así. Me senté y miré al otro lado de mi, los que estaban no aptos, aquellos que habían tenido la suerte de tener una limitación física y les impedía estar ahí, bien por ellos. A ellos los obligaban a cantar ridículas consignas por no haber sido aptos en sus exámenes. Voltee mi vista hacia el otro lado y vi a mi mama hablando con la psicóloga. Me imagine que mi mama le estaba pidiendo ayuda.
Llego la hora en que tenía que presentarme con la psicóloga, ella solamente me miraba de arriba abajo y otros soldados que la acompañaban se burlaban, me hacían unas preguntas incoherentes, me preguntaban sobre mi cabello “rasta” me decían que si yo me imaginaba con una gorra, un camuflado y un fusil, dando bala en el monte y yo me eche a reír y dije que se iban a quedar con las ganas. Entonces un cabo, le dijo a la psicóloga que me dejara como apto que el me iba a llevar y me iba a bajar los humos y la psicóloga sin pensarlo me dijo “usted es apto”.
Me dio rabia al saber que la psicóloga había engañado a mi mamá, porque ella le había prometido que me iba a ayudar. Me pare y sonriente les dije NO ME VOY A QUEDAR EN ESTA MIERDA. La única opción que tenía era volarme de este lugar, mi mamá ya se daba de cuenta y empezó a llorar, yo caminaba hacia ella y ellos no dejaban me gritaban, pero yo me resistía una orden que para mi nunca existió. Mi mama llorando me decía que no lo hiciera yo le decía a ella llorando que no se preocupara, que yo iba estar bien y no iba a estar ahí, mis parceros me llamaban y me decían que lo hicieran que ellos me respaldaban, como ángel caído del cielo me encontré con un amigo que conocía al celador el cual nos abrió la puerta del coliseo y ahí fue donde empecé mi corrida, me sentía libre como escapando de un secuestro, a algo que me obligaban a hacer y que yo no quería hacer, corrí pero no llegue muy lejos un soldado me alcanzo y con otro sujeto me apuntaban con un arma diciéndome que me quedara quieto; me esposaron una mano, para que yo no pudiera hacer nada y no pudiera resistirme.
Como pude cogí mi teléfono y llamé a un amigo suplicándome que no me dejara solo; llorando y muy molesto les decía que me dejaran ir, que me dejaran libre, pero ellos hicieron caso omiso a mis suplicas. Llamaron a la policía y llegaron tres patrullas y cuatro motorizados, aquel parcero que me ayudo a escapar y yo estábamos solos, recibiendo mal trato de la policía y del ejército pero como obra y gracia de Dios llego al lugar el amigo al que había llamado, yo me sentí con mas fuerza, con la fortaleza para enfrentarme a una injusticia. El discutía con los policías argumentándoles que era ilegal que nos tuvieran detenidos porque no presentábamos ningún antecedente penal, fue una larga y acalorada discusión con veinticuatro policías que nos custodiaban, al final y luego de unas llamadas incluyendo una a un abogado, logramos que nos dejaran libres, eso sí en medio de insultos.
Gracias a dios salí de este infierno y me encuentro feliz al lado de mi familia.
ALVARO SAUL PEREZ PEÑA
Barrancabermeja 06 de agoto de 2009
Por: ALVARO SAUL PEREZ PEÑA
Tomado de: www.redjuvenil.org
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