viernes, 2 de abril de 2010

¿Representa el Congo un reto para las tesis anarquistas?


El pasado verano partí hacia la República Democrática del Congo para investigar movimientos de resistencia contra las estrategias de paz oficiales que buscan la construcción del estado. Volví con demasiadas preguntas que he intentado plasmar en las siguientes líneas.

Su incoherencia es testigo del reto que ha significado entender no sólo el contexto congoleño, sino mis propias ideas sobre la organización, la resistencia, la revolución y la solidaridad. Hay muchas formas de resistencia en el Congo, pero la mayoría de las veces son en forma de supervivencia y casi nunca en forma de movimiento político y social, como las conocemos desde nuestras organizaciones y sindicatos. Pero hay más. El problema del anarquismo y el Congo es el reto que representa que esa misma resistencia tenga como objetivo la construcción del Estado. Todo esto me lleva a pensar el significado de la solidaridad, en la posibilidad de distintas formas de lucha y en si la desaparición del Estado implica necesariamente a nuestro ideal más ansiado.

La historia del Congo es trágica. Los últimos doce años han visto una guerra internacional, mal llamada la ‘Primera Guerra Mundial Africana’, pues hubiera sido mejor llamarla la Tercera Guerra Mundial. Cuando en 2006 el capital internacional y sus organizaciones llevaron a cabo las primeras elecciones democráticas, la gente votó masivamente. En el período llamado de transición, entre 2003 y 2006, los congoleños se opusieron a la rapidez con la que el capital internacional quería organizar elecciones, la gente quería tener más tiempo para organizarse, no quería que se legitimaran los principales grupos armados. Pero quería elecciones. Finalmente hubo elecciones. Ahora la gente todavía se queja de que, efectivamente, dichas elecciones legitimaron a los grupos armados, poniéndolos en el poder, y la antigua oposición que se opuso a Mobutu fue ignorada. Pero la gente quiere el Estado.

Para la gente el Estado no existe desde hace mucho tiempo. En 1970 Mobutu anunció que el Estado se retiraba, que la gente se apañara como pudiera. Por eso, la creatividad para sobrevivir es absolutamente fascinante. En el Congo verdaderamente hay una historia de heroísmo en cada persona, de desafío a todo tipo obstáculos, incluyendo una represión brutal. La solidaridad y el apoyo mutuo entre la gente han sido estrategias esenciales para sobrellevar una falta total de medios a todos los niveles, pero de una manera que han pasado a ser estrategias de una frustrante supervivencia diaria y no una inspiradora resistencia política.

Cuando una pregunta por las causas concretas de la guerra… Poca gente habla del neocolonialismo, del capitalismo o del militarismo, incluso cuando la injusticia o los recursos naturales se mencionan, todo pasa por una cosa: el problema es la ausencia del Estado. No es sorprendente entonces que la mayoría, desde el barrendero de la calle, la mujer que vende harina en el mercado, el profesor de universidad, el personal de las ONG, el oficial de las Naciones Unidas y el diplomático de turno de cualquier país coinciden en que la restauración de la autoridad del Estado, la formación de un gobierno, la reforma y restructuración de la policía y de las fuerzas armadas es, de hecho, una estrategia de paz. El Estado se erige como el único con la capacidad de construir las grandes obras públicas, con la capacidad de ejercer la autoridad necesaria para instaurar la paz social, para impartir justicia y para organizar la economía.

Hablar de la represión en Europa, de la necesidad de la organización contra el poder del capitalismo mundial… Todo suena a retórica barata de alguien que lo tiene todo. Es como si yendo al Congo con una postura anarquista una sintiera que de repente enarbola una bandera un tanto burguesa. La lucha contra el poder, la resistencia, la organización… Nada tiene sentido cuando tus hijos no han comido en varios días consecutivos, cuando no ves futuro para ellos…

¿Entonces qué tiene que ofrecer el anarquismo/ anarcosindicalismo a la población congoleña? Esta es una cuestión que nos deberíamos empezar a plantear. En este artículo un tanto desordenado y confuso, como mis propios pensamientos, no busco dar respuestas, sino crear curiosidades. Si algo puedo decir es que el anarquismo puede dar claves, herramientas para la organización y el análisis. Por ejemplo, ayudando a entender que el Estado ha existido siempre en el Congo. No el estado social y de bienestar que se implantó en Europa y ahora en proceso de desmantelamiento; no, un estado predador cuya única presencia es la represora y extractiva. Nuestras ideas siguen teniendo cabida en una sociedad que necesita armarse de valor para auto-organizarse, no como una forma de sobrevivir, sino como una aspiración de cambio y justicia social.

No obstante, creo que el anarquismo tiene que aprender del Congo quizá más que el Congo de las ideas anarquistas. A modo de boceto, mis primeras impresiones son que el narquismo es un movimiento minoritario y deberíamos actuar como tal (hablo por experiencia propia). Pensar que la resistencia al poder viene dada casi naturalmente, que la gente se auto- organiza espontáneamente y que somos seres antijerárquicos por naturaleza es auto-engañarnos. La “revolución”, dondequiera que esté, se hará sólo a base de un trabajo de organización y concienciación. El anarquismo no tiene la verdad sino una idea. Que la gente se una depende de nuestra capacidad de acción, y no de que hayamos apretado el supuesto botón que automáticamente activa el modo revolucionario anticapitalista y anti-autoritario que supuestamente todo el mundo tiene.

A nivel más colectivo, el internacionalismo que tanto proclamamos, basado en un programa (y utilizo esta palabra bien intencionadamente) bastante rígido, nos ha llevado a despreciar demasiado rápido y con pasmosa arrogancia movimientos y organizaciones que de otra forma nos hubieran podido aportar ideas y fuerzas. Pienso en movimientos de liberación, en los zapatistas, en cuántas organizaciones sindicales y sociales… O, de otra forma, si no surge una organización anarquista congoleña ¿pasamos del Congo? Si somos serios y verdaderamente más que un programa de hierro, como decía Emma Goldman, ofrecemos una puerta abierta a la libertad y a la creatividad de ser nosotras mismas, tenemos que apoyar los balbuceos de resistencia y liberación aunque no sean tan radicales y sofisticados comos los nuestros.
Este artículo no tiene conclusión. Pero sí me gustaría plantear algunas preguntas: ¿Admitiríamos como compañeras de lucha a gente que se organiza bajo un líder tribal (jerárquico y muy patriarcal)? ¿Cuánta solidaridad estaríamos dispuestos a mostrar con gente que busca el desarrollo y no la anarquía? ¿Qué conclusiones sacamos cuando, a la vista de las recientes experiencias de ‘estados fallidos’, la desaparición del estado no trae necesariamente la solidaridad y la cooperación o la organización horizontal en federaciones de industria? ¿Cuánto estamos dispuestas a aprender de y a apoyar luchas que no se parecen a las nuestras?


Por: Marta Íñiguez - Sto. OO.VV. de Madrid
Tomado de: www.cnt-ait.tv

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