viernes, 3 de julio de 2009

El mártir del "autogol"

Andrés Escobar Saldarriaga le contó una vez al periodista Gonzalo Medina por qué le gustaba el fútbol. "En este deporte queda demostrada la estrecha relación entre la vida y el juego -explicó el defensor -. En el fútbol, a diferencia del toreo, no hay muerte. En el fútbol, jugando, no matan a nadie. Es más de alegría, de diversión". Algo así le contestó María Ester, la hermana de Andrés, a su pequeño hijo Felipe, cuando su tío hizo el único autogol de su carrera, en el campeonato mundial de Estados Unidos. El niño, asustado por el ambiente de violencia que se vivía en Medellín, lanzó una extraña premonición en el estadio Rose Bowl de Pasadena: "Mami, a Andrés lo van a matar".

Y efectivamente, en la madrugada del 2 de julio de 1994, hace exactamente 15 años, el escolta Humberto Muñoz Castro, empleado de Juan Santiago y Pedro David Gallón, se encargó de contradecir a Andrés Escobar y de convertir en realidad la frase de Felipe. Con su revólver calibre 38, este hombre de Aguadas, Caldas, apodado el 'Marrano', disparó seis veces contra el futbolista en el parqueadero de un estadero al oriente de Medellín. El futbolista se había reunido allá con algunos amigos para conversar y tomarse unos tragos tras su llegada de Estados Unidos, de donde había regresado con la intención de "darle la cara al país", a pesar de que tenía planes con su familia de recorrer Norteamérica de costa a costa. En el bar, el colombiano de 27 años se encontró con un grupo que le recriminó toda la noche por su error. Andrés sólo pidió que lo respetaran, pero los insultos continuaron. La discusión se calentó y entonces el escolta intervino trágicamente con su arma.


La noticia de su asesinato, que ocurrió cuando todavía se disputaba el torneo en Estados Unidos, conmocionó al globo y ratificó a Colombia como un país enceguecido por la violencia. La selección, una de las favoritas para ganar el Mundial, no sólo había quedado eliminada en la primera ronda, sino que uno de sus jugadores emblemáticos había pagado con su vida una jugada desafortunada. Ahondaron esa mala imagen del país las hipótesis de que la muerte, más que un hecho circunstancial, se podía deber a la mafia de apostadores en el fútbol, a sicarios conectados con bandas de las comunas en Medellín, al narcotráfico o incluso a un grupo al estilo de los Pepes. Y convirtieron el desastre futbolístico en el fracaso de Colombia como Nación. Como dijo en su momento Enrique Santos Calderón, en su columna de El Tiempo, "por primera vez me sentí avergonzado de ser colombiano".

"Fue uno de los momentos más dolorosos de mi vida", recuerda Alexis García, quien tuvo que ir al día siguiente a reconocer el cadáver. "Fue tenaz mirar a ese hombre que había sido tan vital, tan fuerte, tan importante, convertido en algo inerte". Luis Fernando 'Chonto' Herrera, compañero en la selección y en Atlético Nacional, añadió: "No puede pasar que un país atropelle de esa manera a sus ídolos".

Cuando las vidas de Humberto Muñoz y Andrés Escobar se encontraron, el jugador estaba viviendo un momento importante. Estaba a punto de casarse con su novia, Pamela Cascardo, con quien llevaba cinco años de relación. Se había recuperado de una delicada lesión en su rodilla; el técnico Francisco Maturana lo había definido como el heredero natural de la cinta de capitán cuando Carlos el 'Pibe' Valderrama se retirara, y sólo faltaba una firma para que reemplazara al jugador italiano Franco Baresi en AC Milan. Ya para entonces había sido clave en dos hazañas del fútbol colombiano: la Copa Libertadores de Nacional en 1989, la primera de un club colombiano, y el regreso a un Mundial, el de Italia 90, después de casi 30 años.

Por esas situaciones, su muerte resultó aun más dolorosa e incomprensible. Además, según sus allegados, Andrés no tenía enemigos. El escritor Ricardo Silva Romero, quien publicará el 2 de julio su novela Autogol, basada en la muerte del antioqueño, argumenta que Andrés fue un personaje trágico, en algunos aspectos tan cercano a la ficción como a la realidad. "Es la única persona a la que no le ha debido pasar eso. Era buen novio, buen hijo, buen compañero de trabajo, buen tío". Se movía, además, en un equipo nacional en el que él era más la excepción que la regla, pues su responsabilidad y su compromiso chocaban con otras figuras no tan disciplinadas.

Andrés era un caballero del fútbol y un hombre generoso. En las navidades salían por los barrios de Medellín a darles regalos a los niños pobres. Además, recuerdan que detrás de su seriedad, era capaz de reírse sin descanso. Su hermano Santiago todavía sonríe al evocar un día en que Andrés no pudo contener la carcajada y se orinó en los pantalones al verlo caerse de un caballo. "Era un hombre que transmitía felicidad. Y eso se debía a una razón: Andrés trataba a todo el mundo por igual".

Santiago atesora estos momentos alegres, aunque también admite que los seis disparos siguen resonando en la vida de la familia. Hoy, el 'Sachi' lamenta no poder compartir con Andrés sus experiencias como director técnico y como padre, pues tiene dos hijos pequeños. Pamela guarda como una reliquia las medallas y las camisetas de su amor, y atiende a los Escobar en su consultorio odontológico. Darío, el padre y uno de los ídolos de Andrés, murió el año pasado de 77 años con el dolor todavía en el corazón. "Nunca entendió por qué lo asesinaron. No hablaba de él y le daba muy duro", rememora Santiago. "Murió con desazón, sabiendo que en el caso de Andrés no se hizo justicia porque quedaron muchos interrogantes". Entre ellos está que Muñoz Castro, quien debía pasar originalmente 43 años de cárcel, salió libre en 2005 por buen comportamiento tras haber cumplido sólo un cuarto de la pena, mientras los Gallón apenas estuvieron unos días detenidos luego de pagar una multa de un millón y medio de pesos.

Pero lo que es más triste es que la muerte de un futbolista tan querido por el país no haya contribuido a que haya más tolerancia y respeto en Colombia. "Nosotros como país no tenemos la capacidad de aprender de pérdidas como esas", explicó el periodista Gonzalo Medina, autor del libro La sonrisa que partió de madrugada. Silva Romero, quien recuerda que ya hay una generación completa que no conoció a Escobar, piensa de manera similar: "El día que nos acordemos de él de verdad, el día que no deje de estremecernos lo que pasó, tendremos algo más parecido a una Nación". Por eso hoy todavía están cargadas de sentido las palabras de Alexis García poco después de la muerte de su amigo del alma: "Decime, Andrés: allá en el cielo, ¿cómo es el fútbol? ¿Verdad, hermano, que allá todo es alegría? ¿Cierto, hermano, que allá uno sí se puede equivocar?".


Andrés Escobar. La sonrisa que partió de madrugada

Tomado de: www.semana.com

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