Como lo dijo alguna vez el Presidente de la República, la política tiene mucho de farsa. Otros, más callejeros, dirán que es una damisela que se entrega al mejor postor.
Y recuerdo estos asuntos porque con tantas idas y vueltas del mandatario colombiano a los Estados Unidos, sobre todo aquellas referidas a la aprobación del TLC, cualquiera pudiera creer que la visita de hace un mes a Obama tiene más fondo del que aparenta.
No es coincidencial, por ejemplo, que tras el encuentro de Uribe con Obama, se hubiera sabido, sin que hubiera sido una noticia promovida por palacio, lo de las bases militares, el acuerdo secreto, la disposición oficial de pasarse por el bozo la Constitución con tal de servirle a la metrópoli, en fin. Ya sabemos hasta la hartura que los Estados Unidos no tienen amigos sino intereses. Y muchos de éstos, se hallan en Colombia, país que la superpotencia tiene desde hace años como cabeza de playa y solarcito no propiamente de veraneo.
Me parece que no es gratuito que en aquella reunión, el presidente estadounidense hubiera recordado que George Washington no duró más de ocho años en el poder. Quizá se trataba menos de una insinuación democrática que de un posible negocio, que puede ir más allá de la aprobación del TLC. Éste, como lo advirtió Bush unas semanas antes de terminar su período, hace parte de la seguridad de los Estados Unidos.
Por estos días, en una entrevista internacional, el vicepresidente Francisco Santos dijo que en menos de mes y medio se sabrá si Uribe aspira a una nueva reelección. Pero cómo se pudiera dar ésta, si en el caso del referendo reeleccionista ya se le “empatanó” la ambición, por estar plagado de vicios. Desde el punto de vista legal, tal referendo carece de pies y cabeza. Entonces, según las pistas que desde hace tiempos da Uribe, habría que provocar una hecatombe.
Hasta hace poco, el gobierno colombiano se negaba a reconocer una recesión económica. Al finalizar 2008, se decía a boca llena que el país estaba blindado contra la crisis económica internacional; sin embargo, las cifras, incluidas las proporcionadas por Planeación Nacional, indican que el país anda por los caminos de la crisis, que se nota no sólo en los menguados bolsillos de la gente, sino, por ejemplo, en la industria.
Entonces, para convencer ahora a la Casa Blanca sobre las “bondades” del Tratado de Libre Comercio, el gobierno colombiano ha comenzado una nueva feria de privatizaciones en campos como la minería, la producción y los servicios. Incluso, y pese a la inconstitucionalidad del Estatuto de Desarrollo Rural, se explora la posibilidad de que firmas extranjeras se adueñen de grandes extensiones agrícolas en el país.
Sobre esta materia, ya la FAO ha advertido que la compra de tierras de parte de transnacionales en países pobres, “puede ser extremadamente peligrosa para la seguridad alimentaria, pues aumenta la dependencia de las poblaciones locales de los volátiles e inseguros mercados internacionales”. Así que lo que se ve venir, en caso de aprobarse el TLC como está concebido, es un atentado contra la seguridad alimentaria de Colombia.
El caso es que el gobierno de Uribe tiene que seguir dando muestras de entregar el país a las multinacionales y abrir más el territorio a las bases gringas, si desea TLC. En cuanto a lo de los derechos humanos y el respeto a los sindicalistas, que era una petición de los demócratas, es asunto secundario, porque aquí continúan las violaciones en esos campos.
Acordémonos que todos esos buenos oficios, pueden ser bien retribuidos, o con un puesto en una entidad financiera internacional, como decir el Banco Mundial, el Fondo Monetario, y así, o con cederle el espacio a un adlátere de Uribe para que prosiga con su obra, consistente en cuidar mimosamente los intereses de las transnacionales. O, pese a todo, con otra reelección, que como se sabe la política es una farsa y George Washington bien puede seguir durmiendo.
Por: Reinaldo Spitaletta
Tomado de: www.elespectador.com
Y recuerdo estos asuntos porque con tantas idas y vueltas del mandatario colombiano a los Estados Unidos, sobre todo aquellas referidas a la aprobación del TLC, cualquiera pudiera creer que la visita de hace un mes a Obama tiene más fondo del que aparenta.
No es coincidencial, por ejemplo, que tras el encuentro de Uribe con Obama, se hubiera sabido, sin que hubiera sido una noticia promovida por palacio, lo de las bases militares, el acuerdo secreto, la disposición oficial de pasarse por el bozo la Constitución con tal de servirle a la metrópoli, en fin. Ya sabemos hasta la hartura que los Estados Unidos no tienen amigos sino intereses. Y muchos de éstos, se hallan en Colombia, país que la superpotencia tiene desde hace años como cabeza de playa y solarcito no propiamente de veraneo.
Me parece que no es gratuito que en aquella reunión, el presidente estadounidense hubiera recordado que George Washington no duró más de ocho años en el poder. Quizá se trataba menos de una insinuación democrática que de un posible negocio, que puede ir más allá de la aprobación del TLC. Éste, como lo advirtió Bush unas semanas antes de terminar su período, hace parte de la seguridad de los Estados Unidos.
Por estos días, en una entrevista internacional, el vicepresidente Francisco Santos dijo que en menos de mes y medio se sabrá si Uribe aspira a una nueva reelección. Pero cómo se pudiera dar ésta, si en el caso del referendo reeleccionista ya se le “empatanó” la ambición, por estar plagado de vicios. Desde el punto de vista legal, tal referendo carece de pies y cabeza. Entonces, según las pistas que desde hace tiempos da Uribe, habría que provocar una hecatombe.
Hasta hace poco, el gobierno colombiano se negaba a reconocer una recesión económica. Al finalizar 2008, se decía a boca llena que el país estaba blindado contra la crisis económica internacional; sin embargo, las cifras, incluidas las proporcionadas por Planeación Nacional, indican que el país anda por los caminos de la crisis, que se nota no sólo en los menguados bolsillos de la gente, sino, por ejemplo, en la industria.
Entonces, para convencer ahora a la Casa Blanca sobre las “bondades” del Tratado de Libre Comercio, el gobierno colombiano ha comenzado una nueva feria de privatizaciones en campos como la minería, la producción y los servicios. Incluso, y pese a la inconstitucionalidad del Estatuto de Desarrollo Rural, se explora la posibilidad de que firmas extranjeras se adueñen de grandes extensiones agrícolas en el país.
Sobre esta materia, ya la FAO ha advertido que la compra de tierras de parte de transnacionales en países pobres, “puede ser extremadamente peligrosa para la seguridad alimentaria, pues aumenta la dependencia de las poblaciones locales de los volátiles e inseguros mercados internacionales”. Así que lo que se ve venir, en caso de aprobarse el TLC como está concebido, es un atentado contra la seguridad alimentaria de Colombia.
El caso es que el gobierno de Uribe tiene que seguir dando muestras de entregar el país a las multinacionales y abrir más el territorio a las bases gringas, si desea TLC. En cuanto a lo de los derechos humanos y el respeto a los sindicalistas, que era una petición de los demócratas, es asunto secundario, porque aquí continúan las violaciones en esos campos.
Acordémonos que todos esos buenos oficios, pueden ser bien retribuidos, o con un puesto en una entidad financiera internacional, como decir el Banco Mundial, el Fondo Monetario, y así, o con cederle el espacio a un adlátere de Uribe para que prosiga con su obra, consistente en cuidar mimosamente los intereses de las transnacionales. O, pese a todo, con otra reelección, que como se sabe la política es una farsa y George Washington bien puede seguir durmiendo.
Por: Reinaldo Spitaletta
Tomado de: www.elespectador.com
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